Kanye West - "The life of Pablo"
Obviando la maraña de polémicas que Kanye West comenzó a través de Twitter y que hicieron perder el foco de la creación del disco, "The life of Pablo" es una de sus obras maestras. El séptimo álbum del artista de 38 años es una oda a sí mismo y a su carrera, a "Yeezus" o al "Steve Jobs de la cultura", como se ha autodefinido. Lo que se traduce en un constante estado de provocación en cada uno de los cortes del trabajo.
Un disco completo y complejo, que muta canción tras canción. Del góspel de "Ultralight beam" pasa al soul de "Father strecht my hands pt. 1", que rápidamente asume un rol electrónico con pequeños arreglos de jazz, inspirados en la última obra de su amigo Kendrick Lamar, "To pimp a butterfly" (2015); pero que también desprende su lado más salvaje en la industrial "Facts (Charlie Heat version)" y en el freestyle incansable de "No more parties in L.A." (junto al propio Kendrick Lamar), "30 hours" o "Famous" (en colaboración con Rihanna); así como la mixtura de rimas profundas y de base introspectiva en "Real friends" y "Wolves", con Sia ahondando en el dolor.
Las similitudes con la carrera de Picasso, que Kanye West ha intentado inyectar en el inconsciente colectivo como mensajes subliminales, son reveladoras. Y se ha hecho llamar "más influyente" que Pablo Escobar. Así, logra insertar la duda sobre si es o no el artista más importante y vanguardista de la última década. Lo que no se puede obviar, eso sí, son esos insultos gratuitos a Taylor Swift que empañan uno de sus proyectos más extraordinarios. Kanye West gusta de ser considerado un imbécil, pero ese rol no justifica su habitual misoginia.
Wiz Khalifa - "Khalifa"
Otro sinónimo de éxito dentro del género es Wiz Khalifa, aunque desde la cantidad más que la calidad. En 2015, mientras Kendrick Lamar -punto de referencia para ponderar el nivel de cualquier otro rapero- lanzaba ese puñal llamado "To pimp a butterfly" (2015), Khalifa rompía récords en Youtube con "See you again", el homenaje al fallecido actor Paul Walker, protagonista de la saga "Rápido y furioso". Con ese impulso, la voz de "Black and yellow" lanza "Khalifa", su último álbum de estudio.
Una placa efectista que cobra fuerza en el culto a la sabiduría del Bronx, a sus figuras y sus señales, pero siempre con una dosis de emotividad pop. Porque el piano al final de "BTS" encierra con un tinte especial la narrativa de superación que cuenta sobre su historia o el tono sensible, casi irremediable de "iSay", logra repetirse constantemente en tu cabeza. Además, varios de sus cortes están hechos tanto para escucharlos en el reproductor de música como para bailarlos lentamente en la discoteca, las dos instancias donde nacen los hits en la industria musical actual.
Eso sí, en el producto final, Wiz Khalifa termina por levantarse como una figura más cercana a Rihanna o Nicki Minaj en su versión más callejera, que a sus contemporáneos como el propio Kendrick Lamar o ASAP Rocky. Porque el abuso de autos de lujo, drogas y tatuajes en sus videos musicales solo demuestra esa tendencia desesperada de querer parecer más "real" de lo que realmente es, como rapero de MTV, que de sus orígenes solo guarda la corteza, porque hurgando en su interior, no hay nada más consistente que las ganas de hacer dinero y conseguir más fama.