¿Cuál es la prioridad: el Mundial de Rusia 2018 o la Copa América Centenario 2016 en Estados Unidos? Esa es la pregunta que deben responder quienes dirigen el futuro de la selección, después de un análisis profundo y carente de demagogia futbolera y antes de fijar posiciones por las que pueden quedar cazados en un futuro cercano.
Previendo que la respuesta obvia será "hay que participar con lo mejor en todas partes", la consideración fundamental para rebatir es que el plantel de la selección nacional tiene un contingente limitado, cuya renovación no ha tenido la saludable elasticidad. A partir de allí, la Copa Centenario aparece como la oportunidad precisa, o también la instancia obligatoria, para comenzar a explorar con una base de jugadores que proyecte el ineludible recambio que los buenos resultados y la carencia de candidatos sustitutos han postergado peligrosamente.
La ausencia de un período normal de vacaciones que han enfrentado los nombres irreemplazables de la selección completará casi dos intensas temporadas. ¿Es necesario someterlos al desgaste propio de un período de preparación para disputar un certamen inventado por la Conmebol para acrecentar la tesorería de las federaciones? Más allá de que Chile sea el actual campeón de Copa América y esta Copa Centenario sea una suerte de "defensa del título", o que incluso represente una prueba de fuego para el nuevo seleccionador, Juan Antonio Pizzi, no se puede perder la perspectiva de que lo realmente importante es la clasificatoria mundialista.
Hoy, por más que se argumente que el torneo en Estados Unidos es una competencia oficial y que el nuevo entrenador necesita interactuar con los jugadores y transmitirles su "estilo de juego", nada tiene más relevancia para el objetivo deportivo (y económico) de la selección que los partidos eliminatorios. En esa lógica, es absolutamente justificable disminuir conceptualmente las expectativas del torneo continental, si eso garantiza que los jugadores tendrán un descanso que les permita llegar en su mejor nivel físico para afrontar las próximas fechas eliminatorias de septiembre (contra Paraguay y Bolivia), octubre (Ecuador y Perú) y noviembre (Colombia y Uruguay). En esos seis partidos Chile se jugará en un altísimo porcentaje su opción mundialista. De esos 18 puntos en disputa al menos se deben conquistar 11. De otra forma, el riesgo de quedar fuera de Rusia es total.
Si la argumentación de fondo es una prioridad deportiva, no hay nada ni nadie que pueda imponerle a Chile a que lleve su mejor contingente a Estados Unidos. Y debería ser Pizzi, en consecuencia, quien soberanamente debe fijar un criterio, independientemente de cómo le vaya en marzo ante Argentina y Venezuela. Hoy esa decisión es más relevante que cualquier nominación o reunión protocolar con sus dirigidos.