Se puede esperar que la campaña electoral en las primarias de Estados Unidos se ponga cada vez más dura, incluso sucia. En Iowa, los aspirantes que avanzaban seguros fueron golpeados por sus rivales. Y para despejar el camino, cualquier arma personal o ideológica vale. Ya se vive ese ambiente con la denuncia de fraude de Donald Trump contra Ted Cruz.
En el bando republicano, Trump, que lideró por meses, dispara contra dos contendores que creyó fáciles de ganar. Sin un programa concreto, no le bastarán ni su fortuna, ni su populismo, ni su desfachatez para convencer a los electores que vieron caer sus expectativas.
Un Ted Cruz fortalecido desde la derecha conservadora y religiosa es un contendor importante, pero fácil de atacar: dicen que es antipático e inflexible. Marco Rubio, por ahora el preferido del establishment republicano, demostró tener posibilidades de mejorar su rendimiento, pero su inexperiencia es un blanco de ataques. Y todavía no se puede descartar a Chris Christie, a Jeb Bush o a John Kasich. Iowa nunca ha definido un candidato, pero sí muestra las debilidades de los aspirantes. Ahora correrá sangre: los discursos de este grupo, más que atacar a Hillary Clinton, serán de unos contra otros, mostrando las flaquezas.
Los demócratas creían tener una candidata segura, hasta hace pocas semanas. Ahora se dan cuenta de que nada está dicho y que la batalla será ardua y larga. Hillary tiene en Bernie Sanders una peligrosa competencia. El "socialista democrático" que ataca a los ricos y busca terminar con la desigualdad, trata de desacreditarla como "progresista" por recibir plata de Wall Street. Tiene amplios recursos, recaudados en las bases, y apoyo incondicional de los "indignados" del Partido Demócrata como para seguir dando la pelea.
Sus promesas de salud y universidad gratis (sin especificar cómo las financiará), un aumento de impuestos del que no se librará la clase media, así como mayores regulaciones al sistema financiero, hacen del senador por Vermont el ídolo de la izquierda radical, desilusionada de las promesas incumplidas de Barack Obama y harta del establishment demócrata (incluida Hillary), considerado muy cercano a los poderosos. Quiso ir como independiente, pero resolvió que le convenía más estar en las primarias para expandir sus ideas; así, aunque no gane la nominación y si obtiene un número significativo de delegados, Sanders podrá presionar para que sus propuestas queden en el programa. Por lo demás, su objetivo declarado es formar un movimiento "revolucionario", independiente del Partido Demócrata.
Nunca un radical de izquierda ha llegado a la Casa Blanca. Lo intentaron algunos, como George McGovern, quizás el más izquierdista antecesor de Sanders, quien fue nominado, pero perdió frente a Richard Nixon en 1972. Probablemente Hillary Clinton, que fue una joven seguidora de McGovern, pero se movió al centro, usará todos los recursos para impedir que Sanders llegue a la boleta de noviembre.