Las cifras son asombrosas. Los futbolistas chilenos ganan al mes casi exactamente lo mismo que lo que el CDF les aporta a los clubes cada 30 días. El costo promedio de cada plantel de Primera es de 120 millones de pesos (más de 5 millones por cabeza en una plantilla regular de 23 profesionales). En los de Universidad de Chile estos montos se duplican, y en Colo Colo hasta casi se triplican. El incremento anual que tuvieron las remuneraciones de los jugadores de 2014 a 2015 fue de un 10,6%; es decir, doblaron con largueza el alza del costo de la vida del año antepasado (4,6%).
La inflación en el fútbol chileno no se justifica por el actual nivel de la competencia local ni por la presente calidad de la gran mayoría de los jugadores. Incluso, aunque los economistas sean capaces de demostrarlo, tampoco se explica porque haya un mercado de consumo que sustente ese índice de gastos. Hay que revisar la evolución de las asistencias a los estadios o la inversión publicitaria que hace la empresa privada en el torneo y sus protagonistas como para darse cuenta.
Los números que arrojó el estudio de la Unidad de Control Financiero de la ANFP hablan de una distorsión que solo tiene como responsables a los dirigentes de clubes. Los compromisos que han suscrito reflejan la desnaturalización que ha experimentado lo que alguna vez fue una industria en desarrollo, una conducta que solo se orientó a la mantención del estatus de equipo de Primera, pero no a una finalidad deportiva, sino que meramente económica: los cuantiosos aportes del CDF.
El efecto devastador que provocó en una década la irrupción de las platas de la televisión como un factor determinante en la gestión de los clubes ha sido de una potencia similar a la ausencia de fiscalización que han tenido las sociedades anónimas deportivas. Porque si bien en su origen, a finales del siglo pasado, el nuevo modelo garantizaba un orden administrativo y una institucionalidad que en el pasado los clubes nunca tuvieron, la falta de un control de las autoridades financieras de los gobiernos terminó por desmoronar el sistema y dejarlo sin barreras de defensa ante la llegada de delincuentes mercantiles, mercachifles, deshonestos representantes de futbolistas y una tropa de sinvergüenzas de la más transversal estirpe social.
¿Cuánto tiempo se podrá mantener el fútbol chileno en estas condiciones antes de que el exceso de deuda y el aumento de los gastos no lo hagan caer en una profunda crisis financiera? Parece que la limpieza de la dirigencia nacional no solo pasaba por quienes habían participado por acción u omisión de los delitos y faltas de Sergio Jadue y compañía. Parece que también deberá pasar por quienes aún, por interés o ignorancia, no quieren aprender a sumar y restar.