El período estival es propicio para festivales de toda índole. La música clásica se une a este ambiente y, en general, programa repertorios de llegada fácil a los auditores. En esta línea, la Orquesta Sinfónica de Chile, dirigida por François López-Ferrer, ofreció el viernes un programa atractivo y ecléctico con obras de Dvorak, Piazzolla y Mendelssohn, como cierre de su Festival de verano (programa que repitió ayer en Frutillar).
De Dvorak se interpretó su "Obertura Carnaval", obra muy apta para entender la renovación que en su tiempo significó para Europa occidental esta invasión que trajeron los aires del Este con los nacionalistas checos; entre otros, nuevos conceptos melódicos, ritmos, armonías y enriquecimiento de la paleta tímbrica de la orquesta. La obra, vital y esplendorosa, tuvo una versión igualmente brillante.
El programa anunciaba como segunda obra el "Concierto para bandoneón y orquesta" (1983), de Astor Piazzolla. La sorpresa fue que la parte solística fue interpretada en acordeón.
En tiempos barrocos se escribían sonatas para instrumentos ad libitum; es decir, toque con el instrumento que quiera, siempre que tenga las características que permitan el correcto desarrollo de las estructuras rítmico-melódicas: Sonata para violín, o flauta traversa u oboe. Importaba la idea más que el color tímbrico. Esto fue cambiando y el timbre alcanzó un rol más autónomo, haciendo que las obras debieran ejecutarse solo con ciertos instrumentos, obligadamente.
Para algunos, el Concierto de Piazzolla solo debe interpretarse en bandoneón; reemplazarlo por un acordeón es aberrante, pues este último instrumento no tiene el sonido penetrante, expresivo, nostálgico y arrabalero que el autor tuvo en mente. Puede que los puristas tengan razón, pero después de un corto rato, la ejecución del portentoso acordeonista neozelandés Grayson Masefield hizo olvidar estas consideraciones y el público quedó subyugado por la enorme pericia técnica y musicalidad del solista. Las estruendosas ovaciones lograron un encore : el "Tango pour Claude", del franco-italiano Richard Galliano. En suma, un músico excepcional.
Entre las sinfonías de madurez de Mendelssohn, la llamada "Escocesa" no es de las más inspiradas. Descontando pasajes de indudable belleza melódica, abunda en una retórica clásico-romántica, particularmente en el primer movimiento. La versión acusó desajustes particularmente en el ensamble de los vientos.
La juventud del director López-Ferrer no es obstáculo para una lectura acuciosa de la partitura y una gestualidad sobria, demandante y siempre fructífera, de lo que ya ha dado numerosas muestras. Se le puede augurar una importante carrera y se revela como un "buen partido" para la música.