Sia - "This is acting"
Que casi la totalidad de los cortes que componen "This is acting", el séptimo trabajo discográfico de la australiana Sia, hayan sido escritos para otros artistas y rechazados por los mismos, lamentablemente no queda en la anécdota. Si en el pasado la cantautora oceánica firmó hits como "Diamonds", de Rihanna, o "Pretty hurts", de Beyoncé, ahora fueron las mismas las que desecharon incluir las canciones en sus últimos discos -sumando a Adele y Demi Lovato. Y al tomarlas de regreso, tan determinada a que sonaran en otras voces, pareciera que fuesen prestadas, como si se tratase de maquetas de ensayo.
De todas formas, en "This is acting" Sia se las arregla para entregar pasajes de un pop efectista y electrónico tras las capas de "Move your body"; otro par de cortes, como "Reaper" y "Unstoppable", para hacer corear a la fanaticada en estadios y festivales, y una obertura sincera hacia sus miedos en la luminosa "One million bullets", justamente el único corte que sí escribió para su propio repertorio. Y si bien su rendimiento vocal es impecable, ese tono casi idéntico al de Rihanna hace que se extrañe el virtuosismo de la intérprete de "Only girl (in the world)".
Tras ser la constructora de una buena cantidad de singles para la mayoría de las estrellas del pop actual, Sia debía pasar al siguiente nivel. Conquistó a la industria con su canción "Chandelier" -el súper hit de "1000 forms of fear" (2014), su anterior disco-, pero allí tocó techo. Esa artista a la que hoy no le gusta mostrar su rostro, escondiéndose entre pelucas exageradas, ha perdido su identidad -una que ganó a comienzos de la década pasada, a ritmo de R&B y jazz- en favor del reconocimiento. Pero si quiere ponerse a la altura de quienes la rechazaron, debe comenzar a pensar en ella misma.
Bloc Party - "Hymns"
Hoy, el lanzamiento de "Silent alarm" parece algo lejano. El furibundo e incómodo debut del cuarteto londinense Bloc Party, en 2005, puso de cabeza a la escena británica, unos meses antes de la aparición de Arctic Monkeys en el mapa de la isla. Reconocido como Álbum del Año por la NME, destacaban sus guitarras salvajes con murallas de samples electrónicos, aunque sobre todo la capacidad de su líder, el vocalista y guitarrista Kele Okereke, de describir a la perfección los vicios de su entorno: disconformidad de la juventud de Londres convertida en soledad y las huellas que deja el desamor; ese talento del frontman continúa despierto cuatro discos después, pero en "Hymns" -el último trabajo del combo inglés- la banda perdió sorpresa.
Bloc Party se aleja del rock frenético y se sumerge en un pop electrónico de atmósferas sombrías y retrospectivas, con los sintetizadores como protagonistas de una placa que encuentra retazos de música disco en "The love within" y en "Virtue" -con una línea de bajo que irradia post y dance punk-; se inventa un cruce entre Blur e "Instant crush" de Daft Punk en "The good news", y del canto melodioso de Okereke -donde juega con el falsete-, que se funde junto a los arreglos minimalistas de "Fortress", nace una bella pieza de R&B, como hurtada del catálogo de Frank Ocean.
Aún así, el álbum suena demasiado uniforme, falto de rabia y chispa, como si debido a rupturas amorosas y las decepciones de la vida moderna, la furia del cerebro de Bloc Party hubiese mutado en conformismo. Antes de iniciar las grabaciones del disco, la banda vio partir a dos de los músicos responsables de sus cuatro trabajos anteriores. Entremedio, Kele Okereke inició una carrera solista, en la que se desmarcó del sonido de la banda. Y "Hymns" es la mezcla de esas dos vías, la de intentar darle nuevos aires a la agrupación sin haber superado todavía los quiebres.