Si uno se ciñe a las declaraciones de Jaime Valdés, la lectura es unidimensional: "Pajarito" ya voló de Colo Colo. Aún no se ha ido físicamente, porque su contrato lo mantiene en tierra alba, pero después de haber hecho ese estratégico ejercicio de honestidad afirmando que su ambición apunta a nuevos desafíos deportivos y que el proyecto ofertado por San Lorenzo es ir a ganar la Copa Libertadores, no es mucho lo que se puede agregar respecto de su determinación espiritual.
Y si a su predisposición anímica el mediocampista albo le adosa una ninguneada de aquellas a los tres refuerzos que trajo Colo Colo para el torneo continental -"creo que con un par de jugadores de buen nivel podríamos dar la pelea (...) Pero nos conformamos con pasar a segunda fase y eso es lamentable" , dijo-, el plan de escape queda develado.
Un futbolista hecho y derecho como Valdés sabe a la perfección que un cuestionamiento tan profundo como el que hizo, que enfoca al interior del camarín que debe visitar todos los días, no puede pasar inadvertido. Más aún, proviniendo de uno de los líderes del plantel y de las máximas figuras del equipo, se puede interpretar sin temor a equivocarse que sus palabras también proyectan el descontento de un sector representativo.
Lo inocultable es que Valdés no mandó a decir con nadie que la actual gestión institucional de Colo Colo le incomoda. En circunstancias normales, cualquier club que se precie ante este tipo de postura habría hecho una rápida intervención para reparar los daños, sin embargo, como la conducción directiva alba es algo tan anómalo como el manejo comunicacional del presidente Aníbal Mosa, el destino parece estar a la deriva sin que nadie se apure en tomar el timón, porque la decisión que se adopte será solo una reacción ante una definición valórica del jugador.
El íntimo deseo de ganar y no solo participar en la Copa Libertadores, algo que le daría San Lorenzo y no Colo Colo que, vaya paradoja deportiva, también va a jugar en el torneo, se encadena con un malestar más subterráneo de "Pajarito", quien igual ha deslizado entrelíneas que su afinidad con el cuerpo técnico que comanda José Luis Sierra se ha debilitado ante la aceptación de las actuales condiciones presupuestarias impuestas por la directiva. Y esto parece cerrar el círculo.
Lo saludable es que Valdés se vaya de Colo Colo. No hay mucho que discutir. Porque al igual que con el caso de Sampaoli, guardando las distancias y los motivos, está claro que ya no quiere quedarse donde está. Y tener a alguien obligado en un lugar, todos lo sabemos, termina siendo una tortura para el que se queda y también un daño para el que lo retiene a la fuerza.