En el Festival Santiago Off reaparece la atractiva y estimulante versión de "Los justos", de Albert Camus, por el colectivo Teatro Sur, cumpliendo aquí su cuarto ciclo de presentaciones desde su estreno, en agosto de 2014. Lo que se explica solo porque informalmente se corrió la voz sobre la calidad de esta propuesta independiente que aborda con aplomo una pieza de relevancia y vigencia universales (y que en octubre recién pasado coincidió en la cartelera con otro montaje del mismo texto, de factura muy anterior, pero mucho menos logrado).
Una de las piezas más célebres del escritor premio Nobel 1957 -recibió el galardón a los 44,8 años, después de estrenar esta obra), el autor francoargelino para crearla se inspiró en un episodio real. Presenta una célula revolucionaria en la Rusia de 1905, que planea dar un golpe mortal a la tiranía zarista poniendo una bomba al carruaje en que el gobernador de Moscú se dirige al teatro. Pero el ejecutor del atentado aborta la misión cuando ve que en la carroza viajan dos niños.
Camus se vale de esta intensa situación para plantear un motivador debate escénico acerca de qué es lo justo, y sobre las complejas opciones morales que abre la acción violentista. Con tres ejes: el terrorista duro, otro más idealista y una mujer muy corajuda. Agreguemos que al autor siempre se le criticó que sus obras teatrales descuidaban la verdad dramática de sus criaturas, por favorecer la discusión de las disyuntivas morales y filosóficas contenidas en sus tramas.
Efectuando algunos recortes bien madurados al texto original, la versión de rasgos contemporáneos -100 minutos de duración- fluye gracias a su tono apasionado y ritmo urgente. Ocurre en torno a una larga mesa, con todo el elenco siempre en escena; distintos quiebres en la ficción evidencian que lo que vemos es una representación, sin perder fuerza. La acción sucede en 1905, sin duda, pero los detalles actuales y los ocasionales chilenismos en el diálogo hacen que la intriga resuene aquí hoy. Con un planteo abiertamente político, que se interroga acerca de si en estos días es lícito el terrorismo con vistas a desafiar el orden establecido.
Asombra la propiedad y vocación de estilo con que la dirección de Ernesto Orellana dispone sus recursos para obtener este resultado en general tan duro, potente y lleno de vehemencia. Que está, además, actuada de manera muy solvente. El único problema es que en el último tercio, el enfoque se reblandece a causa de la débil encarnación de la Gran Duquesa y por hacer del jefe de policía una voz pregrabada. Entonces la entrega se desarma, y no vuelve a recuperar la tensión que consiguió antes.
En Matucana 100, hoy y mañana, a las 20:30 horas.
Mi butaca
-Si yo fuera una obra de teatro, sería...
"'Pobre Inés sentada ahí', de Alejandro Sieveking. Es un gran homenaje a Bélgica Castro. Me involucré mucho con la obra".
-¿A quién le hace falta teatro?
"A todo Chile. Es la mejor manera para desconectar la cabeza".
-¿Qué tipo de teatro necesita el país?
"Se necesita más teatro que incorpore música y baile, porque a veces el texto queda corto para expresar todas las ideas y sentimientos. Con los musicales se puede mostrar mucho más".