La economía mundial crecía moderadamente gracias a la recuperación de Estados Unidos y la Zona Euro (ZE), que comenzaba a afirmarse y extenderse, y a que la desaceleración de China se estaba deteniendo. Hoy, sin embargo, este cuadro se ve amenazado por preocupaciones sobre la capacidad de las autoridades chinas para gestionar una economía cada vez más compleja y abierta al mundo, por una importante caída en el precio del petróleo, y por la incertidumbre sobre el curso de su política monetaria y la pérdida de dinamismo de la economía de EE.UU. Los efectos de estas fuerzas se han manifestado en una fuerte caída de las bolsas mundiales, una aguda pérdida de reservas internacionales de China, nuevas caídas en precios de commodities , y salidas de capitales, aumento de primas de riesgo y depreciaciones de las monedas de los países emergentes y en desarrollo, especialmente de los exportadores de materias primas.
En China no se puede descartar que el ajuste de su bolsa pueda deberse a la corrección de una burbuja, lo que debería tener efectos acotados en su economía y en la economía mundial, dado el papel reducido de los activos accionarios respecto del tamaño de su economía, en la tenencia de activos de hogares, en el financiamiento de empresas, y también por la desconexión de su bolsa con las bolsas mundiales. Pero también esta corrección se puede haber exacerbado por los intentos de las autoridades económicas de controlar y dirigir la bolsa con la introducción de fusibles que terminaron por reducir la liquidez y aumentar la presión correctiva en los mercados. De hecho, las autoridades terminaron eliminándolos.
Algo parecido ha sucedido con su gestión cambiaria. El gigante asiático tenía una política cambiaria de fijación al dólar. Con una inflación algo mayor incluso que la de EE.UU., la pronunciada apreciación del dólar en los mercados internacionales había llevado a una importante apreciación real del yuan, afectando el dinamismo de sus exportaciones y a las empresas que compiten con importaciones.
En paralelo, el interés de China en aumentar la independencia de su política monetaria, y que su moneda entrara al club de las principales monedas de reserva del mundo, en la canasta de monedas de los Derechos Especiales de Giro del FMI, llevó a sus autoridades a romper la atadura de su moneda al dólar, con un ajuste gradual de la paridad, primero, y fijándola con respecto a una banda cambiaria en torno a una canasta de monedas, después. El romper la atadura al dólar y la ambigua operación de la banda aumentó la incertidumbre cambiaria e incrementó la presión por la depreciación del yuan. Todo esto, en un contexto donde la moneda se había apreciado en forma importante en los últimos años, lo que había llevado a una fuerte expansión de la deuda en dólares de las empresas y golpeado la rentabilidad de las empresas del sector transable. Como resultado de la incertidumbre cambiaria, las empresas han acelerado el pago de su deuda en dólares y se ha acelerado la salida de capitales. Los intentos de las autoridades por evitar una mayor depreciación del yuan han resultado en una importante pérdida de reservas. La errática gestión de estos dos episodios ha terminado por afectar la credibilidad de las autoridades y aumentar la incertidumbre sobre China, justo cuando la economía se encontraba al medio de una desaceleración y sus autoridades intentaban controlar vulnerabilidades -fuerte crecimiento de la deuda e importantes excesos de capacidad en los sectores inmobiliario y manufacturero- y, al mismo tiempo, reequilibrar su crecimiento desde la inversión y las manufacturas hacia el consumo interno y los servicios. Como resultado, los mercados tratan de descifrar los efectos de estas turbulencias en las perspectivas de la economía china.
Con todo, China tiene suficientes herramientas para enfrentar y resolver sus problemas cambiarios y una eventual desaceleración más pronunciada: situación fiscal sólida, superávit en cuenta corriente, controles de capitales, espacio de maniobra para su política monetaria, y reservas internacionales que ascienden a 3.300 miles de millones de dólares. Lo que necesita China es mejorar el manejo macroeconómico de una economía progresivamente abierta, y confiar más en los mercados y su proceso de ajuste, junto con fortalecer la institucionalidad de sus mercados financieros.
Con respecto a la potencial evolución de los problemas de China se plantean dos escenarios:
(1) Turbulencias con efectos acotados en la economía mundial, en el contexto de una desaceleración leve y un proceso de aprendizaje en la gestión económica. Todo esto debido a que su mercado accionario es pequeño y está poco conectado con el resto del mundo;
(2) Un aterrizaje más brusco de China, gatillado por un problema en su sector financiero o en empresas sistémicas.
Por su parte, la importante caída en el precio del petróleo pareciera ser mucho más un shock de oferta -revolución tecnológica en la industria del shale gas y shale oil , el regreso del petróleo de Irán al mercado luego que le levantaran las sanciones, y el debilitamiento del cartel de la OPEP- que de una caída en la demanda por la desaceleración de China y del mundo emergente.
Evidentemente, la caída beneficia a los países importadores de petróleo y, al mismo tiempo, impacta fuertemente a los exportadores de petróleo, muchos de los cuales se han visto severamente afectados y exhiben una reducida capacidad para ajustar su gasto fiscal a estos nuevos precios. Además, una parte importante de la ganancia de ingreso de los consumidores de petróleo se ha estado ahorrando. Sin embargo, esta caída también se debe, en parte, al deterioro en las perspectivas de crecimiento de China y a la fuerte apreciación del dólar.
La incertidumbre sobre el curso de la política monetaria y la pérdida de dinamismo de EE.UU. son un tercer factor que está golpeando a los mercados. La Fed inició en diciembre pasado el proceso de normalización de su política monetaria, y proyectaba alzas de tasas cada tres meses para terminar el año 2016 en una tasa media de 1,4 %. Sin embargo, el mercado tenía una trayectoria esperada de tasas mucho más plana. Esta diferencia generaba mucha incertidumbre. Pero a esto se suma ahora un sector manufacturero contrayéndose, arrastrado, en parte, por la fuerte apreciación del dólar y el ajuste que está experimentando la industria petrolera, lo que genera dudas sobre la capacidad de EE.UU. de poder seguir creciendo sobre el 2%, en un escenario de fuerte apreciación del dólar, un nuevo shock a la industria petrolera americana y la desaceleración e incertidumbre de China. Esto en un contexto donde los consumidores en EE.UU. están ahorrando una parte importante de la ganancia de ingresos por la caída en el precio del petróleo.
Como resultado de estas fuerzas, el escenario externo base de los países emergentes es poco auspicioso: incertidumbre sobre las perspectivas de la economía china, precios de commodities bajos por varios años, y un crecimiento más moderado de EE.UU. y la ZE.
En circunstancias como esta, la principal preocupación de los países emergentes debiera ser fortalecer sus equilibrios macroeconómicos y financieros y remover obstáculos internos al ajuste, especialmente de los sectores productores de commodities y sus proveedores, y en paralelo reducir la incertidumbre de las políticas internas y los obstáculos al crecimiento.
El escenario externo base de los países emergentes es poco auspicioso: incertidumbre sobre las perspectivas de la economía china, precios de commodities bajos por varios años, y un crecimiento más moderado de EE.UU. y la ZE. En circunstancias como esta, la principal preocupación de los países emergentes debiera ser fortalecer sus equilibrios macroeconómicos y financieros, y remover obstáculos internos al ajuste".