Febrero y los fines de enero suelen introducir una siesta breve en la actividad expositiva santiaguina. Y, más ahora, en que las transacciones de arte contemporáneo bajaron ostensiblemente durante 2015. En provincias -sobre todo del sur de Chile-, por el contrario, las exhibiciones de museos y galerías se incrementan y atraen visitantes. Valdivia, por ejemplo, aumenta el número de interesados por conocer su atractivo Museo de Arte Contemporáneo. Así ahora propone una porción de sus colecciones. Desde luego, tanto el marco geográfico del MAC y de la propia ciudad se imponen. Ya la ruta terrestre para llegar a Valdivia proporciona panoramas naturales muy hermosos. En especial si se toma el camino que, desviándose de la carretera central, parte desde la ciudad de Los Lagos. Son kilómetros que bordean permanentemente un río de especial interés, el Calle-Calle. Viniendo de la zona central, con sus pobrísimos cursos de agua y enormes cauces pedregosos, deslumbra contemplar vías acuáticas caudalosas, de riberas llenas de vegetación. Además, el entorno montañoso que rodea la carretera y las curvas graciosas del Calle-Calle acentúan el atractivo panorámico. Hasta pudimos divisar una gran barcaza que navegaba con su pesada carga maderera, un espectáculo sumamente novedoso para un santiaguino habituado, salvo raras excepciones, al pobre torrente del Mapocho.
Pasan pueblitos de nombres indígenas, como Purey, Artihue, Huellelhue (sitio apto para nadar). Junto al río recibimos la primera impresión de Valdivia, por lo menos de sus suburbios: un conglomerado urbano desordenado, de feos edificios provincianos, al igual que tantas ciudades chilenas. Sin embargo, ¡qué ubicación geográfica la de esta capital de la Región de Los Ríos! Ya en pleno centro valdiviano, comprobamos que este se encuentra enmarcado no por uno solo, sino por tres amplios brazos fluviales. Son el propio Calle-Calle; el Cau-Cau (=gaviota), prolongación en línea recta del anterior; el Valdivia, unificado a continuación con el río Cruces, constituyendo ambos un precioso estuario.
Volviendo al epicentro de la capital regional, lo que observamos llegando a ella se multiplica. Su falta de una urbanización mínima, su heterogeneidad arquitectónica la afectan gravemente. Nada más que la venturosa subsistencia de algunas casas del tiempo de inmigración alemana salva a la ciudad del desastre, en cuanto a intervención humana. Imaginamos que su aspecto global sería muy diferente antes del cataclismo de 1960. Es que la totalidad de las pocas residencias que quedan del aquel pasado -todas interesan estéticamente- compensan las falacias posteriores. De su característica arquitectura residencial germana de fines del siglo XIX y comienzos del XX, valga limitarse a subrayar, sobre la ribera de la Isla Teja, las dos Casas Prochelle, la más pequeña Casa Schüler con su Museo de la Exploración R.A. Philippi y, muy especialmente, la Casa Anwandter. Hoy día ella alberga el Museo Histórico y Antropológico, amoblado con elegancia y esmero. No obstante las construcciones anteriores, contigua al museo recién anotado resulta lo que fue la Cervecería Anwandter, el recinto más atrayente y el que más visitantes congrega Valdivia. Se trata del Museo de Arte Contemporáneo.
El museo de arte
Casi colgante, y justo encima de las aguas, ha sido acondicionado de manera admirable. Consta de dos pisos amplios, comunicado cada uno con su respectivo ámbito abovedado y de atmósfera recogida. Columnas de fierro oxidado y rellenas con cemento otorgan un carácter particular a los dos espacios mayores. Todas las salas están mostrando hoy, y hasta marzo próximo, ya exhibiciones colectivas propias, ya individuales transitorias. Valga referirse con detalle a ellas. De los conjuntos del primero y segundo piso -enriquecido él por piso adoquinado- cabe recordar, en entrando, dos multicolores figuras volumétricas de pie, trabajos de 1997 realizados por Francisca Núñez. A ambas obras agreguemos buenas pinturas de Patricia Israel -una neoexpresionista mujer de corazón grande-, José Basso -su típico paisaje desierto con arquetipo de casa-, un Omar Gatica del 2003, Ernesto Banderas (1991), el sincopado proyecto de paisaje de Sergio Lay (2005); Ricardo Yrarrázaval (1983), José Balmes (el cadáver como basura, de 1981). Asimismo cuelga gráfica de Montes de Oca (2005) y no deja de llamar la atención un desconocido, el correcto Gregorio Papic de 2003.