Esto parece la letanía de todos los años, pero las nominaciones a los Oscar dejan tanto que desear, que cuesta mucho entender que sigamos usándolas como referencia o material de conversación. "Mad Max" merece sus diez nominaciones, tal como "Puente de espías" sus otras seis. Pero que "Sicario", con pocas dudas una de las mejores películas del año 2015, haya recibido apenas tres nominaciones menores es una clara señal de que los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas entienden quizás de la industria, pero poco en realidad de cine. Otra cinta claramente menospreciada es "Los 8 más odiados", de Quentin Tarantino, que recibió apenas tres nominaciones y ninguna a mejor dirección o guión. Una cinta altamente cuestionable, en cambio, como "El renacido", de Alejandro González Iñárritu, campea con 12 nominaciones. Cuesta creerlo.
Buena parte de los críticos chilenos -aunque no todos- ha decidido esta vez no comprarse el inflado aparato retórico de González Iñárritu. El adjetivo que más ha recibido su cinta es el de "excesiva". Puede ser. Pero el exceso no es necesariamente malo ni despreciable. "Mad max" es excesiva. "Sicario" o "Leviatán", otro gran título de 2015, también son excesivas en algunos aspectos. Y, por cierto, es excesiva la última cinta de Tarantino. Que una novela o una película sean excesivas no significa mucho a las finales. Se trata de un buen o mal desarrollo, de la calidad de sus personajes, de si distingue entre lo que importa y lo que es secundario. No basta con llenar la cinta de complejos planos secuencia, sin corte alguno en medio de violentas escenas de acción, si lo que la película muestra, como sucede en "El renacido", no transmite ambigüedad o matiz alguno. En la cinta de G. Iñárritu -como firma ahora- todo es claro, directo y admite una sola lectura. Los planos serán una muestra de virtuosismo visual, la fotografía transmitirá frío y desolación, pero los personajes son de una sola pieza y todos, incluido el protagonista, responden prácticamente a una sola motivación, a una sola tecla, casi como caricaturas de dibujos animados. Eso la hace una cinta mediocre, no sus excesos.
La cinta de Tarantino, en tanto, es sangrienta, trágica, explícita, loca, a todas luces "excesiva", pero también es una cinta que transpira buen cine. Su puesta en escena, casi matemática en su orden y funcionalidad; dosifica sus revelaciones con inteligencia y cuentagotas; muestra dobleces y distintos rincones de cada personaje continuamente, a veces a lo largo de una misma escena. También es un western , también tiene al invierno como protagonista, pero Tarantino no se limita a describir las miserias de la explotación mercantil, sino que está interesado, a su manera, en las tensiones fundacionales de Estados Unidos. Ahí está la estela de una Guerra Civil que recién se ha apagado, ahí están las incomprensiones raciales entre negros, mexicanos y criollos, ahí están los cimientos de un derecho y una justicia aún muy precarias, y sobre todo ello ronda la sombra de Lincoln, como una suerte de líder espiritual incuestionable, un hombre que produce una silenciosa admiración, incluso a través de una modesta carta. Tarantino, por supuesto, no remarca las preocupaciones cívicas de su western , y nos distrae con diálogos llenos de pólvora, enjambres de mentiras, conversaciones cómicas, misterios, violencia, turbias negociaciones y mucha sangre. "Los 8 más odiados" es una cinta que, pese a que en la versión estrenada en Chile dura 160 minutos, toma la atención del espectador y no la suelta en todo su largo, donde los mecanismos finos de dramaturgia se mezclan con recursos propios del cine de acción, donde la sensación familiar de situaciones y personajes nos entregan la apariencia de estar frente a otro producto pop, fácil de digerir y de olvidar. Todo esto hace que, para el espectador distraído, parezca una cinta más, una cinta del montón. Pero es solo una apariencia. "Los 8 más odiados" es astuta en su dramaturgia, envolvente en sus resultados, brillante en su perfección formal y zorra en sus alcances. Que no se tome a sí misma brutalmente en serio, como sí lo hace G. Iñárritu, es solo otro de sus mecanismos de engaño.
Los 8 más odiados.
Dirigida por Quentin Tarantino
Con Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Tim Roth, Michael Madsen y Bruce Dern.
160 minutos
Estados Unidos, 2015