Hace sentido que en un mundo audiovisual cada vez más dependiente de los efectos digitales, los dos filmes que acumulan mayor cantidad de nominaciones al Oscar 2016 hayan prescindido todo lo posible de estos. Ello ya resulta increíble considerando el barroquismo y la complejidad de "Mad Max Fury Road", un verdadero festín de colores, texturas y velocidad, que postula a 11 estatuillas; pero lo es más aún en el caso de "El renacido" (The Revenant), aspirante en 12 categorías: un proyecto cuya razón de ser es el contraste -y el combate- entre humanos y naturaleza, frente a la cámara.
Si esa idea les evoca de inmediato las riesgosas aventuras de Werner Herzog en el amazonas peruano, durante los rodajes de "Aguirre" (1972) y "Fitzcarraldo" (1982), están en lo correcto. Alejandro G. Iñárritu (en la dirección), Emmanuel Lubezki (fotografía) y Leonardo DiCaprio (protagonista) iban exactamente tras esas huellas hace un año y medio, cuando marcharon hacia los nevados parajes de Alberta, Canadá, para filmar el relato de supervivencia de Hugh Glass, un guía y trampero que -tras ser atacado y herido por un oso Grizzly durante una expedición de caza comisionada por el ejército, en 1823- fue abandonado por sus compañeros que lo creyeron moribundo. Pero este se recuperó y caminó más de 300 kilómetros para enfrentar a los traidores en un relato que lo convirtió en una de las primeras leyendas de la frontera estadounidense.
Hollywood ya se había dado un paseo por dicha historia en "Man on the Wilderness" (1971), con Richard Harris en el rol principal, y tal como en ese filme "The Revenant" se permite un buen número de libertades con los hechos reales: le asigna a Glass un hijo mestizo, a quien protege a todo evento; una esposa india, muerta por las tropas, que puebla sus sueños como un ángel custodio; y un némesis, Fitzgerald (Tom Hardy), cuyo pragmatismo y oportunismo se convierten en el motor mismo de la trama: aquí, en medio de las riberas congeladas del Missouri, con el bosque a tus espaldas y las montañas por delante, no hay lugar para otra ley que la que dicta tu propio cuerpo a medio congelar.
Herzog ha insinuado que la naturaleza humana es en ocasiones una mera cáscara que se pela con facilidad, dejando al descubierto a un animal aterrado que aúlla de dolor y furia, y es inevitable pensar que Iñárritu y los suyos le toman la palabra al perfilar un mundo salvaje y en esencia prehistórico e inestable, donde el predador fácilmente deviene en víctima e ideas como civilidad, orden y afectos poseen la consistencia de un espejismo, de una alucinación.
Algunos años atrás se hicieron persistentes esfuerzos por filmar "Meridiano de sangre": la brutal novela del oeste de Cormac McCarthy, genial resumidero donde el origen y el apocalipsis de una nación se muerden la cola. Mientras ello no ocurra (y parece que no lo hará), "The Revenant" puede, confiada, asumir ese demónico sitial: connatural a los bellísimos parajes fotografiados es la violencia que arremete sin descanso -de maneras atroces- durante el filme, y los realizadores no hacen el menor esfuerzo por romantizar o psicologizar lo que miramos. Tampoco es una muscular apología de la resistencia física. Cada golpe, caída y desgarro de Glass agrega a la trama y a su físico una dimensión de grieta y quebranto: "Tu cuerpo está podrido", le dice un samaritano en un momento de la ruta. Hay que tenerlo claro, no estamos ante un cazador, sino más bien frente a una presa que rehúsa rendirse ante los elementos; que sigue respirando, aferrada al minuto siguiente y al siguiente. Y al siguiente.
THE REVENANT
(Estados Unidos, 2015). Con Leonardo DiCaprio y Tom Hardy. Dirección de Alejandro G. Iñárritu.
159 min.