Primero aclaremos que "Still life" -la obra griega de título inglés ('vida quieta', o 'naturaleza muerta' hablando de pintura)- no es como se anuncia, una 'performance', sino lo que aquí llamamos "teatro físico y visual". Tampoco se debe tomar por vanguardia; en realidad, evoca lo que algunos revolucionarios, como el polaco Tadeusz Kantor, propusieron hace medio siglo.
Lo que no le quita méritos a este impresionante acto de belleza tan árida como deslumbrante, y gran densidad simbólica; una de las últimas obras, de 2014, del aclamado Dimitris Papaioannou, de 51 años, otro experimentador escénico venido de las artes visuales. Que se despliega como un poema gráfico en movimiento, o bien como una pieza coreográfica sin música ni danza, hecha de lenguaje gestual. Cuyos referentes notorios son Camus, Beckett, Kantor y Magritte.
De fuerte carga alegórica, sus potentes abstracciones visuales en blanco y negro nos muestran un mundo desolado, en que 7 individuos ejecutan acciones que les exigen un enorme esfuerzo, pero son totalmente inútiles. Lo que tiene un suave rasgo bufo y jocoso, pero sobre todo configura la metáfora de una existencia dura y agobiante en la que todos los empeños del hombre carecen de sentido. La vida, nos dice, nos condena a enfrentar problemas y vencer obstáculos una y otra vez, como en el mito de Sísifo. La entrega podría inducir al espectador lábil a la depresión y el suicidio, si no fuera porque en el último tramo aparece literalmente una luz, y una animosa ruídica. Los aislados destellos de solidaridad se funden finalmente en una cena con todos en torno a una mesa en plena platea. La única esperanza está en el compartir, en el apoyo mutuo, en el espíritu gregario, concluye.
En CA660, hoy a las 20, lunes y martes 21 horas.