Ya aplaudimos aquí en 2012 el singular talento en dupla de Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob, ambos hoy en los 40, cuando el GAM trajo su debut revelación como directores-dramaturgos, la brillante "Los talentos", su mayor éxito (5 años ininterrumpidos en la cartelera porteña). "Capitán", su tercera y más reciente obra escrita y dirigida en forma conjunta y montada como siempre en el circuito alternativo, surgió de un cruce con Timbre 4, la compañía de Claudio Tolcachir. Así que el elenco, para el cual el texto fue creado, también es conocido nuestro: cuatro de sus 5 ejecutantes ya estuvieron acá ofreciendo "Tercer cuerpo", ocho temporadas locales, tres giras a Chile.
Solo por sus antecedentes, este cuarto título -que vimos en Buenos Aires- de los diez argentinos programados por Santiago a Mil, promete. Y no decepciona. Teatro dentro del teatro, cuenta los tozudos y patéticos esfuerzos que realiza un envejecido y quijotesco director desaparecido de la escena en los últimos diez años, por hacer su gran 'rentrée' con una nueva obra escrita y dirigida por él, que ensaya en un rincón de su casa. Como su nombre ya muy pocos lo recuerdan, las dos actrices que logró reclutar son entusiastas principiantes sin oficio. Aparece también una fiel ex alumna suya que figura como su asistente, y su hijo, un ajedrecista con serios problemas de caja chica.
La obra gira en torno a su personaje central, trágico y a la vez ridículo, estupendamente encarnado por José María Marcos. Mañoso y tiránico, es un soñador obcecado que vive de sus viejas glorias y se da ínfulas de gran divo negándose a aceptar que fue maestro de un tipo de teatro extinguido hace rato. Abomina desde luego de todo experimento con olor a contemporáneo. Está además olvidadizo y enfermo. Él es, claro, el capitán de un buque que hace agua y más pronto que tarde zozobrará.
En esta nueva comedia el dúo de creativos despliega otra vez su capacidad para articular una situación realista común y corriente, que destaca por la aguda mordacidad con que está desarrollada. Lo notable es que aquí se burlan de su propia tendencia a hacer ficciones escénicas más bien tradicionales. Y aunque su material es específicamente teatral, el relato termina por referirse al anacronismo y anquilosamiento mental en cualquier actividad, que impide adaptarse al devenir de los tiempos y las ideas.
Además del memorable rol protagónico, la ejecución por todo el elenco tiene el sello característico de Tolcachir. La interpretación es tan fresca y natural que la entrega parece un jalón de la vida misma, en tanto que los actores dan la impresión de que fuera de escena no pueden tener una identidad distinta a la de su personaje.
En Matucana 100, de jueves a sábado, a las 20 horas.