Aunque hay que reconocer que el piso no es muy alto, "Steve Jobs" es la mejor película que ha dirigido el inglés Danny Boyle. Con créditos como "Trainspotting" (1996), "Exterminio" (2002), "Slumdog Millionaire" (2008), "127 horas" (2010) o "Trance" (2013), Boyle se ha caracterizado por mostrar un cine generoso en efectismos, encuadres "con onda", gimnasias en el montaje, manipulaciones de todo orden incluidas las sentimentales y cierto afán por epatar al pequeño burgués. Muchos se han comprado el cuento de que esto es gran cine, entre ellos, la Academia, que el año 2009 premio con ocho Oscar a "Slumdog". "Steve Jobs", recién estrenada en Chile esta semana, sin embargo, parece harina de otro costal.
Jobs, la persona, es uno de los personajes icónicos que el mundo ha producido en los últimos 25 años. Desde su muerte, en 2011, se han producido decenas de libros sobre su vida, obra y lecciones, incluido, créase o no, un "Steve Jobs for kids", por un tal Sam Rogers. Las películas han ido algo atrás, pero ya existen incontables largometrajes y documentales para la televisión y varios de ambición mayor, como "Jobs" (2013), con Ashton Kutcher, que dejaba mucho que desear, o el documental "Steve Jobs: The man in the machine", de Alex Gibney, que dudo si veré, porque siento que sé más de Jobs de lo que necesito.
"Steve Jobs", con todo, logra hacer algo interesante con su figura. La gracia es, en enorme medida, del guionista Aaron Sorkin, un hombre de larga trayectoria en Hollywood, Broadway y la televisión, autor, entre otros, de "A few good men" (1992), la serie "West wing" (1999-2006) y "Red social" (2010). Sorkin, llegado el momento de adaptar la biografía oficial de Jobs de Walter Isaacson, en lugar de irse por el típico relato que comienza en la infancia y va sumando capítulos significativos a lo largo de su madurez, opta por contar el tras bambalinas de Jobs en el lanzamiento de tres productos icónicos de su carrera. Exagera, inventa y dramatiza en cada uno de ellos, pero todo ello permite que la cinta se estructure básicamente en torno a tres unidades espacio-temporales, tres actos donde se condensan y entremezclan las tensiones presentes a lo largo de la vida de Jobs, con una hija que fue renuente en reconocer, las peleas con sus colaboradores más cercanos o los devenires en que pierde y recupera el poder de Apple. Pese a ser evidentemente teatral, hay que reconocer que la estructura funciona y permite que la vida de Jobs pueda apreciarse como un todo más o menos asible. Pese a que la cinta no puede evitar ciertos flashbacks , posiblemente incorporados por Boyle, ya que son coherentes con el estilo mostrado en películas anteriores, el director respeta y cuida el trabajo de su guionista y, por primera vez en su carrera, Boyle se siente como un director contenido, menos protagónico y más atento a los matices de los personajes frente a su cámara. Jobs, bajo esta mirada, interpretado por un siempre convincente Michael Fassbender, aparece como un empresario complejo, testarudo, enérgico, persistente, insensible, lúcido, frío, paranoico, resguardado, abrumado, que comienza a suavizarse con la llegada del éxito y el reconocimiento, para dar espacio a cierta generosidad y entrega. El tándem Sorkin/Boyle pone a Jobs en las cuerdas, pero finalmente lo redime de una manera sutil. Era difícil que la cinta no lo hiciera, dada la idealización e idolización masiva que existe con el personaje, pero, a pesar de esta restricción, la cinta logra hacer de él un personaje atractivo, creíble, posible. A las finales, "Steve Jobs", más que una cinta sobre cómo alcanzar el éxito, habla de cómo administrarlo.
STEVE JOBS.
Dirigida por Danny Boyle.
Con Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels
Estados Unidos, 2015
122 minutos.