A juzgar por la reacción del público, la versión 'chilenaza' de "Sueño de una noche de verano" estrenada por Stgo. a Mil resultó entretenida y gustadora. O sea, cumple su objetivo de difundir el genio de Shakespeare, su autor original, a cuatro siglos de su fallecimiento.
Dirigida por Héctor Noguera, gestor de la idea, con Daniel Muñoz de co-dramaturgo, funciona como un bien armado divertimento que hace relucir la inventiva y humor de la intriga shakespereana ambientada en el medio campesino chileno. La puesta animada por 18 actores sugiere, además, el tono de un cuento infantil de raíz folclórica..
Lo más loable del proyecto es la transposición del lenguaje original al de la poesía popular. Los diálogos se vierten en décimas, sonetos y cuartetas, una extraordinaria tarea efectuada por los 'puetas' Manuel Sánchez y Luis Villalobos. Ellos mismos en escena acompañan con sus guitarrones las canciones y aportan la música incidental. Solo ese factor justifica el esfuerzo de acercar al espectador actual la picardía y el sabor popular de un texto escrito en 1595 por un inglés.
Pero, en rigor, esta no es una "adaptación". Es más bien una traducción, el traspaso del material de un lenguaje a otro. Narra lo mismo, respetándolo con bastante fidelidad; aunque altera el orden de algunas escenas, conserva la estructura general del relato. Incluso muchos personajes se llaman igual, y suena harto raro un tal Teseo, patrón de fundo, y unos reyes de las hadas llamados Oberón y Titania, y su sirviente el duende Puck, interactuando con un gañán de nombre Cuasimodo. No hay una reinterpretación a códigos claramente locales, como lo hizo Luis Soto Ramos, autor de un sainete campero titulado "La fierecilla domá", que el Teatro Teknos a principios de los 80 dio durante cuatro años.
Si la definición precisa parece exquisita, en términos prácticos hay que admitir que todos los giros humorísticos y la inventiva del enredo se deben a Shakespeare, y no a su traducción a la lira popular. Agreguemos que la cadencia de la rima hace que el decir se vuelva algo monótono (o tal vez esto sea una deuda actoral), y que las ocho canciones aportan muy poco y tienden más bien a interrumpir la exposición y brillo de la trama. Con algunos altibajos, el elenco se apreció homogéneo y en el estilo adecuado, pero en nuestra opinión los roles más redondos fueron Puck (Juan Pablo Peragallo) y el Cuasimodo de Juan Pablo Miranda.
En recorrido por comunas.