Comenzado el verano, esta columna trata de un país que poco a poco es descubierto como una de las joyas del turismo mundial: Nueva Zelandia (NZ). El visitante que aterriza en Auckland, la hermosa ciudad, es recibido por la frase maorí que encabeza esta columna, que significa: ¡bienvenido a la tierra de la gran nube blanca! Este nombre fue dado por los inmigrantes polinésicos que colonizaron NZ hace siglos, desarrollando la cultura maorí. En el sigo XIX comenzó la inmigración europea bajo colonización británica.
Minoría étnica
La población maorí disminuyó drásticamente en el siglo XIX, pues sufrió de falta de oportunidades económicas y pérdida de identidad cultural hasta los años de 1970. Desde entonces, NZ lleva a cabo políticas de inclusión y desarrollo de su minoría maorí, basadas en el reconocimiento oficial del idioma maorí, la promoción de la cultura maorí, el establecimiento de cuotas parlamentarias y la entrega de compensaciones económicas. Aunque aún subsisten reclamos por parte de ellos, las políticas han llevado a un notable desarrollo económico y cultural de los maoríes, quienes hoy representan el 15% de la población de 4,6 millones de neozelandeses.
Sistema político, democracia y transparencia
NZ es una monarquía constitucional, encabezada por Isabel II como Jefa de Estado. El sistema parlamentario ha implicado la alternancia de dos partidos como mayorías parlamentarias y que luego han ejercido el Poder Ejecutivo. El Partido Laborista representa una centroizquierda socialdemócrata y el Partido Nacional una centroderecha liberal. Exhiben diferencias menores en ideología y promoción de políticas.
La democracia de NZ es una de las mejor evaluadas en el mundo. Contribuyen a ello la percepción de virtual ausencia de corrupción y la alta calidad de sus instituciones, en que NZ campea a nivel internacional, como lo reflejan sus posiciones en las clasificaciones internacionales.
Visité NZ por primera vez hace una década, invitado (con otros tres economistas internacionales) a evaluar las políticas macroeconómicas del país. Tanto el encargo de estas evaluaciones a cuatro economistas extranjeros como el formato en que fueron presentadas sus recomendaciones -en un seminario abierto a todo público- reflejan la altísima transparencia que caracteriza a la conducción del gobierno, de las políticas y su discusión pública.
Desarrollo económico y social
A comienzos de la década de 1980, NZ estaba en crisis económica y social, con alta inflación, alto desempleo y estancamiento económico. Ello era consecuencia de políticas macroeconómicas insostenibles, una estrategia de desarrollo basada en proteccionismo y políticas arbitrarias de fomento industrial con tratamiento preferencial a los lobbies sindicales e industriales más poderosos, muy altos impuestos y un creciente sector de empresas estatales ineficientes. Una de las ironías de la historia económica mundial -y también reflejo del consenso político en NZ- es que fue el Partido Laborista el que implementó una revolución económica liberalizadora.
Roger Douglas, quien asumió como ministro de Hacienda del nuevo gobierno laborista en 1984, aplicó en brevísimo tiempo una política de shock que abarcó desde la macro a la micro, desde la apertura comercial y financiera a la privatización de empresas públicas, y desde la desregulación de mercados al ajuste macroeconómico. Se equilibraron las finanzas públicas, aunque se redujeron las tasas impositivas. NZ adoptó un tipo de cambio flotante, y fue el primer país del mundo en adoptar un régimen monetario basado en metas de inflación.
La política de shock promovida por "Rogernomics" -como ocurrió en la Inglaterra de Thatcher o en las políticas chilenas de ajuste y liberalización económica de los años 1970 y 1980- fue inicialmente contractiva en NZ, implicando algunos años de bajo crecimiento, alto desempleo y caídas de salarios, pero a partir de la década de 1990 las reformas rindieron sus frutos, con un crecimiento sostenido basado en una economía vibrante e integrada al resto del mundo, con significativas ganancias en productividad e inversión, reflejadas en aumentos sostenidos de ingreso y bienestar de la población.
Hoy la economía de NZ es mundialmente competitiva, basada en la producción de bienes primarios (leche, lana, carne, vid), la elaboración inteligente de productos primarios de alta calidad (productos lácteos, ropa, vino) y los servicios (turismo). El PIB por habitante promedio llegó a US$ 37 mil en 2015, con lo cual NZ está entre los 30 países más ricos del mundo. El FMI proyecta para este indicador un crecimiento anual promedio de 1,7% para 2016-2020.
Muchos indicadores más amplios de bienestar de los neozelandeses son excelentes: el país clasifica mundialmente en 9º lugar en desarrollo humano y felicidad. Aunque clasifica algo más abajo en calidad del medio ambiente, distribución del ingreso y delincuencia, NZ es un país ambientalmente más sustentable y menos contaminado, más igualitario y más seguro que EE.UU., Chile o Cuba.
Observemos la dinámica del crecimiento económico y de la distribución del ingreso durante el último cuarto de siglo en NZ, y comparémosla con EE.UU. y Chile. Los tres países han crecido a tasas altas, al menos hasta 2013. En NZ y EE.UU. (al igual que en casi todos los países desarrollados) aumentó la desigualdad del ingreso, mientras que en Chile disminuyó modesta pero sostenidamente la elevada desigualdad.
Algunas conclusiones para Chile
NZ es un notable ejemplo de un país de pocas riquezas mineras y mucha riqueza agropecuaria, que ha sabido desarrollarse a partir de sus ventajas comparativas, agregando valor a sus productos primarios. Al cabo de una revolución económica liberalizadora implementada por el partido de centroizquierda y continuada por sucesivos gobiernos, el país ha crecido y el bienestar es ampliamente compartido. Su democracia ejemplar e integración activa de la minoría maorí ha dado paz social y diversidad cultural a una sociedad de baja delincuencia y altos estándares de respeto del medioambiente. Existe un notable consenso político y social de los neozelandeses sobre la combinación virtuosa de políticas económicas liberales, políticas sociales de promoción de igualdad de oportunidades y un Estado eficiente, pequeño y musculoso. Visiones alternativas -comunistas o fascistas- carecen de todo apoyo popular.
Lecciones de NZ para Chile hay muchas. Elijo unas pocas. Van dos para el Consejo Constituyente: gobierno parlamentario y reconocimiento oficial del idioma y de la cultura mapuche. Una para el gobierno: reformas mal pensadas, diseñadas e implementadas (como la tributaria, educacional y laboral), que van en sentido contrario a las mejores prácticas en países desarrollados como NZ, atentan contra la eficiencia y la equidad. Una para los responsables de los programas presidenciales 2017: miren con atención las experiencias de NZ y del mundo desarrollado. Finalmente, una sugerencia para el viajero internacional y el ciclista aficionado: conozca las maravillas naturales de NZ y su gente encantadora.
Klaus Schmidt- HebbelP. Universidad Católica de Chile