En el Museo de Artes Visuales se están mostrando los resultados de la décima versión del Premio MAVI/Minera Escondida. Con un número menor de participantes que en años anteriores, se seleccionó poco menos de cincuenta. En su totalidad se trata de jóvenes nombres nuevos; de ellos conocíamos nada más que obras de dos. Participan cultores de los distintos géneros de las artes visuales de hoy. Esta vez, sin embargo, nos parece que los galardones fueron adjudicados con mayor acierto, en general. Justamente con el comentario de éstosestos iniciemos el análisis del conjunto. Destaca María Pilar Elgueta, justa vencedora del Primer Premio MAVI. Su trabajo consiste en el registro fotográfico con color de una acción de arte, montado sobre una delgada caja de luz. Su original temática posee un interesante planteamiento tanto visual como conceptual. Corresponde a un paisaje real, clausurado oficialmente frente al costado de la carretera, al cual se le ha superpuesto, muy disminuida y mal interpretada, una pintura sobre ese mismo panorama característico del valle central. A pesar de la complejidad formal, su Tres maneras de fracasar frente a un paisaje -¡qué título más acertado!- se halla compuesto de manera impecable; esto último revela, además, las capacidades lineales de la artista.
Respecto del segundo premio, resulta indispensable hacer una salvedad. El día en que visitamos la exposición pareciera que el video sobre la pantalla de hielo sólido no funcionaba. Así, la imagen que ilustra el catálogo, pese a nuestra larga espera, no apareció por ninguna parte. Sobre la base de lo que vimos, se deduce que la distinción a Daniel Reyes se debió a lo inhabitual del material empleado. Más convincente resulta el tercer premiado, el pintor Adrián Gouet. Sus trazos gestuales, dinámicos, vigorosos de óleo plano sobre la tela nos hablan de un informalismo bien conducido. Entre las tres Menciones Honrosas subrayemos la de Verónica Soto. Su densa acumulación de planos de Santiago, doblados todos igual, y cual origami de cuatro puntas, satura el soporte con su volumetría dura, sugiriendo rascacielos de distintas alturas y haciendo alusión a nuestra metrópoli Cuando llega la noche. Por su parte, Catalina Ramírez con sus poliedros de cerámica sobre hilado, aparenta referirse a la simplicidad de nuestra manualidad aborigen, mientras Jimena Tapia recurre a oscuras huellas decorativas de pintura en madera.
Sin lugar a dudas, las tres fotografías de la promisoria Laura Vernaza conquistan uno de lugares más destacados del presente certamen. Sus méritos se sitúan a poca distancia de los de Elgueta, la vencedora. Es que sus perspectivas arquitectónicas ostentan monumentalidad genuina, junto a una mirada penetrante para transfigurar en goce estético la realidad concreta de construcciones actuales. De los restantes seleccionados debemos recordar más nombres. Si de escultores se trata, tenemos a Laura Coz, cuyo abstracto par de rejillas metálicas afloran apretados pétalos de cera en sus dobleces, recorriendo desde el naranja al negro, pasando por amarillos, grises y ocres.
Asimismo, al burlesco y elemental globo negro de José Cori que logra, curiosamente, una posible asociación con una figura esencial de Jerónimo Bosch. En cambio, el sobre relieve compuesto por pequeños paralelepípedos de madera cepillada, de Teresa Ivanovic, con sus suaves curvas constantes hace recordar a Pilar Ovalle. Un aluminio de Catalina Rozas vibra tanto por su limpieza, como por su única coloración. Esa especie de visceral gusano de placas de madera, erizada por puntas de tornillos representa uno de los conocidos volúmenes de Rodrigo Vargas. Y no cabe olvidar los miles de alfileres de cabeza roja con que Consuelo Walker atraviesa blancos soportes textiles, asemejándose a tres jirones de una piel de dragón.
En cuanto a instalaciones, sobresale Nicolai Kozak Olego; la suya, bonita y rigurosamente equilibrada a través de sal sólida y en polvo, suma seis paneles de luz radiante. Como en el caso de Vargas, la maqueta con maderas de Javier Otero se vincula muy estrechamente con un trabajo suyo exhibido con anterioridad, donde clavijas de instrumento musical tensan cuerdas de hilo en un paisaje de maderas provisto de monolitos extraños que evocan ídolos. Para terminar con realizaciones planas, anotemos el atrayente bordado figurativo de Juana Gómez: órgano y sistemas resaltados con color sobre la impresión en tela de una cabeza humana. También agreguemos el rescate de la Antigüedad emprendido por María José Rojas y su embaldosado pintado sobre un diseño de teatro griego.
PREMIO MAVI/MINERA ESCONDIDA
Muchos desconocidos autores jóvenes, algunos promisorios
Lugar: Museo de Artes Visuales
Fecha: hasta fines de febrero