Mientras en el ex canal católico se mantienen fieles los seguidores de "El sultán", hay quienes comienzan a recuperar la fe en Televisión Nacional. Esta vez no es la expansión del islam la que atrae a las tribus de televidentes que vagaban errantes entre el cable y la TV abierta, sino que una ficción religiosa mucho más antigua aún.
"Moisés y los diez mandamientos", la producción brasileña que esta semana comenzó a ser emitida por TVN, es la evidente heredera de "José de Egipto", cuyo último capítulo coincidió con el estreno de Moisés. No solo lo es en términos históricos, sino también en términos televisivos, porque la superproducción de calidad cinematográfica que hoy emite la señal pública solo puede explicarse después de un ensayo tan digno como lo fue "José".
Sin embargo, "Moisés" es mucho más que un digno seguidor, es la encarnación bíblica de un culebrón. Herejías aparte, es sabido que las guaguas perdidas son un gran leitmotiv del género melodramático. Como los ciegos que recuperan la vista o los paralíticos que vuelven a caminar, la pérdida de niños recién nacidos es una narrativa que bien pueden disputarse la religión y la ficción.
Y, en este caso particular, "Moisés" corre con la ventaja de ser todo un superventas de la ficción religiosa, ya que cada año generaciones de espectadores han seguido su historia en la versión de Cecil B. de Mille, con Charlton Heston y Yul Brynner en los roles de Moisés y Ramsés. Si "Los 10 mandamientos" nunca ha dejado de darse en la programación televisiva de Semana Santa no es por un acto de fe, sino porque siempre hay quienes están dispuestos a verla una y otra vez. Y, por cierto, siempre hay quienes gozan cuestionando su fidelidad histórica una y otra vez.
La producción original de Rede Record, que logró amenazar el reinado de Globo en Brasil, se aprovecha justo de ese margen de credibilidad que permite la ficción para relevar el poder melodramático de esta historia basada en las sagradas escrituras. Acá los egipcios son villanos de temer, las amantes se valen de pócimas venenosas para producir abortos a destajo y las heroínas son tan crédulas que solo tienen la fe en dios -o los dioses, según sea el caso- para aceptar su porvenir. Claro, es una época tan pretérita que quién lo podría discutir.
Entonces, con el acto de fe del telespectador mediante, a "Moisés" solo le queda sorprender con los millones de dólares invertidos en su producción; con los alhajados interiores y épicos exteriores que hacen palidecer cualquier producción extranjera que veamos en la actualidad. Y, más atractivo aún, es la expectante espera por ver cómo serán puestas en pantalla la zarza ardiente, la voz divina, las siete plagas, la apertura del Mar Rojo, el éxodo a la Tierra Prometida, la fragua del becerro de oro y la talla de las piedras de la ley.
"Moisés" tiene un final sabido, claro está. Pero, como sucede con los grandes clásicos, cada vez que son bien revisitados logran sorprender. Y, en este verano 2016, la primera sorpresa grata es el repunte de sintonía de un canal que necesitaba ser tan salvado como el hijo perdido de Jocabed.