Me tocó la mala suerte de andar por calles de Santiago y carreteras de Chile con un grupo de extranjeros. El resultado fue que me enfrenté a críticas brutales sobre la conducción de los chilenos y su falta de educación. Ellos, todos, no podían creer que en un país tan civilizado y con profesionales e intelectuales de tan alta calidad, fuéramos unos salvajes a la hora de comportarnos cuando conducimos.
Enumeraré algunas de las críticas más reiteradas:
-La gente habla por celular mientras conduce. No alguno excepcionalmente, muchos. En particular las mujeres. A medida que se sube hacia el barrio alto, las mujeres manejan autos más grandes y hablan sin parar por ¡¡¡celular!!! ¿Machismo?, dijo alguno, cuando expliqué que los autos grandes eran porque las mujeres tenían el auto familiar y acarreaban en general a los hijos. ¿Y por qué tienen que hablar tanto y quebrantar la ley? No tuve respuesta.
-Los chilenos manejan, como los ingleses, por la izquierda. En los caminos hacia el litoral, los vehículos lentos van por la pista rápida, sin control alguno ni conciencia alguna de estar haciendo una infracción. Resultado, cuando dice 120 Km máxima, la cola es eterna y no se puede pasar de 80. Cuando uno protesta, subiendo y bajando luces, los choferes manejan aun más lento, enojados del llamado de atención.
-Es habitual que la gente insulte a otro conductor, así sea mujer, con palabras groseras. No hay relación entre el insulto y la supuesta falta que, la verdad, solo era seguir las normas del tránsito.
-Los chilenos no señalizan para pasar a otro auto. Están esperando que se abra un hueco para lanzarse a toda velocidad a aprovecharlo. El que viene no alcanza a entender lo que pasa, frena y arriesga un choque o un topón.
Por último, es inexplicable que en la ciudad capital existan tacos eternos, y en cada auto hay una persona, y los autos son enormes. Casi no hay autos pequeños que protejan la calidad de vida de los pobres habitantes.
La razón de relevar este tema es que las reglas claras y compartidas, y además respetadas, son uno de los requisitos para reducir el estrés. La manera de conducir de nuestros con-ciudadanos solo hace que lo que es urbe parezca selva. Cuando nada es lo que parece, la psiquis tiene que hacer doble esfuerzo para un acto tan trivial y cotidiano como manejar.
Eso.
Aparte de la vergüenza de no poder justificar nuestra selva.