Terminar el año admirándose porque han pasado muchas cosas es uno de los lugares comunes más propios de fin de año. Pero este año parece haber motivos para hacerlo.
Muchos piensan que 2015 fue terrible. Fue el año en el que nos enteramos de que la relación entre política y empresas era tremendamente incestuosa. El año en que supimos que muchos políticos de izquierda hicieron de la empresa del yerno de Pinochet un lugar de desfile. El año en que supimos que había senadores que dábamos por respetables y que eran empleados de las empresas sobre las que legislaban. El año en el que supimos que hasta la Papelera estaba coludida. El año en que se supo que el hijo de la Presidenta estaba más preocupado de incrementar su patrimonio personal que en cumplir su mandato público. El año en que supimos que al joven ministro del Interior, junto a sus amigos del G90, no sólo le faltaba experiencia...
Todo lo anterior podría ser interpretado como malas noticias. Un motivo para entristecerse por un mal año. Pero la correcta forma de verlo puede ser justo la contraria. Este año simplemente nos enteramos de cosas que no sabíamos. Sobre muchas de ellas teníamos sospechas y suspicacias. Hoy tenemos certezas. Y la verdad nunca puede entristecer.
En materia política se destaparon malas prácticas de larga data. La incestuosa relación entre empresas y política, cuyos máximos exponentes fueron SQM y Corpesca, quedó en evidencia.
Por cierto que saber que un senador que por todos era puesto como ejemplo, como era el caso de Orpis, se haya terminado sabiendo que era un empleado de Corpesca es duro. Al igual que el hecho de haber conocido que el hijo de Miguel Enríquez practicaba la mendicidad en la oficina del yerno de Pinochet. Pero los hechos antes existían, y ahora lo conocemos. Y la buena noticia es que al menos por un tiempo, lazos como estos se cortarán.
El caso Caval, por su parte, dejó al descubierto varias cosas. Cosas que también se sospechaban. Que el negocio de los síndicos es bastante oscuro. Que en los cambios de planos reguladores está una de las mayores fuentes de corrupción. En fin. Pero también se mostró que por muy de izquierda que se sea, como es el caso de Dávalos y Compagnon, el interés por incrementar el patrimonio personal está siempre presente. El único problema es que en este caso fue al margen de toda ética.
La colusión del confort significó un nuevo estándar en materia de este tipo de delitos. En el pasado habría sido impensado que el presidente de la compañía y uno de los máximos referentes del mundo empresarial hubiera tenido que salir a pedir perdón. Ahora no cabía otra posibilidad. Ni siquiera el intento de Matte de mantenerse a la cabeza del CEP fue posible. El daño reputacional al fin comenzó a operar en un país donde la impunidad ha estado siempre a la vuelta de la esquina (si no, basta recordar que los directores de La Polar siguen ocupando sillas en numerosos directorios del país).
¿Son los empresarios más "malos" ahora que antes? ¿Son los políticos más "deshonestos"? Probablemente no. Más bien lo contrario: probablemente se terminaron portando mucho mejor que a principios de año. Pero para que ello se mantenga en el tiempo deben existir sanciones claras.
El año 2015 también le deja una clara lección a este Gobierno. Hace un año, Bachelet -en medio de la excitación reformadora- terminaba el año con una aprobación de 40%, similar a su desaprobación. Ahora termina bastante más mal que eso. Lo que quedó demostrado este año fue simplemente el fracaso de un programa basado en un mal diagnóstico y construido bajo eslóganes. Además, empezó a quedar en evidencia la imposibilidad de convivencia conjunta de personas que piensan de forma demasiado distinta.
Al mismo tiempo, este año nos mostró que los cantos de sirena del "nuevo ciclo político", en el que la gente quería romper con todo lo que se ha construido en democracia, ha quedado desmentido. La prueba más palpable de aquello es que las encuestas mostraron que entre Lagos y Piñera, probablemente, está el futuro presidente de Chile. Una verdadera paradoja para los agoreros de la revolución.
Quedan sólo cuatro días para terminar el año. Debemos alegrarnos por todo lo que hemos conocido. Y, claro -junto con lamentar que la naturaleza humana haga que las cosas terminen siendo distintas a como nos gustarían-, no está de más recordar al famoso poeta inglés del siglo XIX: "la esperanza sonríe desde el umbral del año que viene".