Es probable que nunca antes en la historia se hicieron cambios en forma tan rápida como entre la generación de los padres de hoy y sus hijos adolescentes y jóvenes.
Lo que antes fue un valor hoy es una mojigatería. Lo que antes era una obligación de los padres -enseñar buenas costumbres a sus hijos y preservar una cierta dignidad de la casa paterna- hoy se ha cambiado por una complacencia hacia los nuevos hábitos de los jóvenes. Esto podría ser solo un cambio de los tiempos, si no fuera por el dolor y el desagrado, la tristeza y la rabia, el desencanto y la culpa, la vergüenza y el miedo, que viven los padres de hombres y mujeres jóvenes en Chile.
Esto es particularmente así en los sectores medios y medio-alto. Graduaciones, cumpleaños, pre-carretes, se han convertido en una pesadilla.
La pesadilla consiste en jóvenes, hombres y mujeres por igual, que solo pueden estar de fiesta si consumen alcohol a manos llenas. Por ejemplo, hay fiestas para despedir la PSU (UFF la PSU o CHAO PSU) en que todos terminan borrachos. Todos. El que no lo hace es un desadaptado.
El tema de fondo es por qué y cómo llegaron esos jóvenes a pensar que tenían derecho a llegar hechos un bulto a sus casas, con amigos igualmente borrachos, con amigas que duermen en las alfombras de las piezas. No una vez, no excepcionalmente. Es así cada vez que hay fiesta.
Sus padres no son decadentes, tampoco lo fueron sus infancias ni los valores en que fueron criados. Sin embargo hay un respeto, cuidado con el hogar familiar que se está perdiendo. Ellos son los príncipes, con derechos sobre todo.
Hay un sagrado temor de los padres de hoy a poner límites. Ya nadie dice "Si no le gusta, se va". Ya nadie pone sanciones por violar la estética y la ética de su cultura.
Pero es que cada niño y joven sabe que serán tolerados. Ellos son, en definitiva, los dictadores.
La idea de fondo es que lo que los padres les deben a sus hijos, además del abrigo, la alimentación y la educación, es la felicidad. No es así. Poner límites es parte del amor.
No puede ser que cada fin de semana haya tantos padres y madres cansados, irritados, descontentos. Está en sus manos no tolerar que quienes ponen las normas sean los que deben obedecerlas.
Basta de cuidar a los niños que ya no son niños. Tienen que aprender a cuidarse solos. Lo otro es una irresponsabilidad de los padres. Y del grupo social que los protege.
"La pesadilla consiste en jóvenes, hombres y mujeres por igual, que solo pueden estar de fiesta si consumen alcohol a manos llenas".