El jueves, con el concierto de Navidad, de larga tradición, el Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica de Chile cerró su fructífero año en el Templo Mayor del Campus Oriente. Para interpretar dos paradigmáticas cantatas sacras de Bach, la Nº 147 y la primera de las seis que conforman el Oratorio de Navidad, participaron la soprano María José Brañes, la contralto Evelyn Ramírez, el tenor Rodrigo del Pozo, el barítono Patricio Sabaté, el Coro de Cámara (director, Mauricio Cortés) y la Orquesta de Cámara (concertino conductor, Gonzalo Beltrán), de la universidad. Todos bajo la conducción de Alejandro Reyes.
Las cantatas sacras de Bach son un prodigio de invención melódica y colores instrumentales. Pareciera que las exigencias que pesaban en la labor del Kantor Bach, le obligaban a desplegar su imaginación con nuevas propuestas que dijeran relación con los textos propios del día. Según la ocasión, unas son de gran austeridad y otras de brillante solemnidad pero, igualmente, cada una parece un laboratorio de experimentación de sonoridades (como en los Conciertos Brandemburgueses) y es indispensable explorarlas para interiorizarse en el inagotable lenguaje bachiano.
La bellísima Cantata 147 (" Herz und Mund und Tat und Leben "), contiene el prodigioso " Jesu, bleibet meine Freude " (comúnmente conocido como "Jesús, alegría de los hombres"), donde la melodía de un coral flota por encima de un acompañamiento orquestal persistente y cuya popularidad no hace sino reconocer que es uno de los ejemplos más bellos de melodías barrocas. Igualmente impactante resultó el inicio de la primera cantata del Oratorio de Navidad (" Jauchzet frohlocket "), al que Reyes imprimió un carácter que más que regocijo pareció un exultante grito de alegría por la venida del Salvador.
La belleza del timbre de María José Brañes, la cálida y generosa voz de la contralto Evelyn Ramírez, la maestría estilística de Rodrigo del Pozo y el vigor y dramatismo de Patricio Sabaté, los convirtieron en un cuarteto de lujo. Igualmente deben destacarse los solos de violín de Gonzalo Beltrán y de chelo de Mario Alarcón. Coro y orquesta evidenciaron su excelente preparación y Reyes reveló, una vez más, su profunda afinidad con la música de Bach.
Después de un concierto como este, imposible no recordar a Cioran: "Si alguien debe todo a Bach, es, sin duda, Dios. Tras un oratorio, una cantata o una Pasión, Él tiene que existir. De lo contrario toda la obra del Kantor sería una ilusión desgarradora".