España celebró ayer unas elecciones plagadas de engaños y no todos corrieron por cuenta de los políticos. La diferencia entre el escrutinio real y las encuestas a pie de urna fue notable y demostró que muchos electores mintieron al salir del colegio electoral. El efecto bandwagon (subirse al carro ganador) se combinó con el efecto vergüenza (ocultar el voto) para inflar el voto de los partidos debutantes: Podemos y Ciudadanos. Fue un efecto pasajero. El escrutinio final arrojó un Parlamento muy dividido, donde lo único claro es que el país está separado en dos bloques, con una leve mayoría de izquierda, muy fragmentada.
El gran vencedor ha sido Podemos, el partido promovido por unos politólogos, ex asesores de Hugo Chávez, que en apenas dos años se ha convertido en la tercera fuerza política. Su líder, Pablo Iglesias, que se vio en horas bajas a fines de octubre, recurrió al término futbolístico "la remontada" para obtener un resultado nunca alcanzado por la izquierda española desde 1977: más de 68 escaños.
La gran decepción fue Ciudadanos, el movimiento de centro dirigido por Albert Rivera. Las encuestas llegaron a situarlo en segundo lugar, pero el partido, falto de una estructura sólida, se desinfló en las últimas dos semanas. Rivera también se vio cansado y falló en algunas citas en las que se le consideraba favorito: los debates con otros candidatos, por ejemplo.
Pero el gran derrotado, con diferencia, es el Partido Popular y, sobre todo, su líder, Mariano Rajoy. Consiguió ganar las elecciones, con más de 120 escaños, pero ha dilapidado una mayoría absoluta de 186 diputados que consiguió en 2011 y no ha logrado convencer a los españoles de que su gestión es una garantía de prosperidad, incluso frente a un partido como Podemos que esgrime ideas económicas que son más ficción que realidad. Pese a perder 63 escaños, Rajoy planteó una campaña que favoreció al PP y a Podemos y dañó a los socialistas, pero especialmente a Ciudadanos. El Presidente del Gobierno tampoco logró disipar las sombras de corrupción que se abaten sobre él, ni supo aprovechar la simpatía que despertó la agresión que sufrió la semana pasada.
Los socialistas son los que han salido mejor librados, pese a que durante toda la campaña se dijo que sus votantes se irían con Podemos a la izquierda o con Ciudadanos al centro. Pedro Sánchez logró más de 90 escaños (tenía 110), demostrando que hay un núcleo irreductible de votantes del PSOE. Los sondeos a pie de urna que le daban entre 81 y 85 escaños fallaron porque muchos votantes de izquierda, aunque avergonzados, siguieron votando a los socialistas.
La formación de gobierno será compleja en un país que desde que forjó los grandes pactos de la Transición se ha echado en brazos de las mayorías absolutas o de las relativas con apoyo parlamentario variable. Está por ver, por ejemplo, que los grupos regionales que suman sus escaños con Podemos (el catalán En Comú con 12 escaños, el valenciano Compromís, con 9, y el gallego En Marea, con 6) se comporten como un grupo homogéneo serio o como una inestable constelación de radicales izquierdistas. Iglesias, realmente, solo controla directamente 42 escaños (el resto pertenece a sus aliados).
John MüllerEs periodista y ex director adjunto del diario El Mundo de Madrid