Normalidad es el concepto que suena y se lee cada día más en los medios de comunicación argentinos. Doce años de kirchnerismo hicieron del país un lugar "surrealista", o algo así, donde la abundancia se transformó en escasez, las verdades en mentiras, las estadísticas en meros números ficticios. Donde cada día la incertidumbre y la inseguridad aumentaban, y con ellas la crispación de los ciudadanos.
Ese panorama, que ahora parece evaporarse, me ha hecho recordar a un amigo ruso, economista, cuya máxima aspiración en el ocaso de la Unión Soviética era que Rusia fuera "un país normal", es decir, donde las cosas fueran previsibles. Vitaly todavía no logra ese anhelo, pero Argentina puede conseguirlo. Al menos Mauricio Macri está haciendo el esfuerzo, actuando como un gobernante "normal", no como autócrata caprichoso, tomando las medidas necesarias con la urgencia que requiere corregir los errores profundos que llevaron a Argentina de país desarrollado a uno tercermundista.
El surrealismo político de Cristina Fernández se terminó con el traspaso de mando. En realidad en el "no traspaso", porque antes de ceder, la señora K prefirió ausentarse de la ceremonia. "Me han convertido en zapallo", se quejó cuando un juez definió que su mandato terminaba a la medianoche del 9 de diciembre, develando que ella realmente creía ser una princesa que perdía los poderes. Pero, creo que al final los periodistas vamos a echar de menos a Cristina; sus pataletas, sus atrasos históricos, los plantones, las rabietas y decisiones arbitrarias daban estupendos titulares. Cómo no vamos a recordar la reprimenda a una periodista que osó preguntarle por el conflicto de LAN con La Cámpora, durante la declaración conjunta con la Presidenta Bachelet. O el intercambio, inesperado para ella, con alumnos de Harvard, quienes le hicieron incómodas preguntas a las que, en EE.UU., Cristina no pudo responder tal como lo hacía en Argentina, humillando a su contraparte, con ironías o dando por terminado el encuentro.
Argentina tiene todo para volver a la normalidad y, con ella, a la prosperidad. La reunión de Macri con los ex candidatos presidenciales fue una señal potente de cambio de estilo. Ese mismo día bromeó con los periodistas preguntando si habían olvidado dónde estaba la sala de prensa, dando por terminado el conflicto entre autoridad y medios de comunicación. El fin del "cepo", de las retenciones a los agricultores y del impuesto a las ganancias para la clase media fueron decisiones tomadas en el momento oportuno, aun cuando hubo errores, como el nombramiento por decreto de dos jueces de la Corte Suprema, que Macri superó con habilidad política. En un clima de cordialidad cunde la confianza. Para adelante vendrán las dificultades reales. Esperemos que el Presidente esquive los escollos y no decepcione a los argentinos. Como le pasó a mi amigo Vitaly.