El espacio interior y la atmósfera piadosa de la pequeña Iglesia Ortodoxa de Providencia consiguen armonizar las 20 variadas interpretaciones de artistas contemporáneos nacionales para otros tantos Misterios del Rosario. Encontramos allí muchos aciertos y algunos desaciertos. No es raro, pues se trata de un asunto religioso que abarca, nada menos, que la vida entera de Jesucristo, de acuerdo al relato del Nuevo Testamento y el de la Tradición. Destaquemos los momentos más genuinos y mejor logrados. Un muy buen comienzo nos proporciona la visión abstracta de Beatrice di Girolamo para la Encarnación del Verbo. Mediante maderas viejas, obtenidas de la demolición de una destruida iglesia, ella construye un conglomerado de tablas al natural, el cual resulta invadido oblicuamente por la fortaleza del mismo material pintado con refinados filetes rojo cadmio y dorado. Otros tratamientos abstractos del tema corresponden a Andrés Vio, cuyos típicos círculos y puntos giran alrededor de un centro cargado de etérea tensión; a Isabel Saa y su luminoso triángulo agudo que sube, perforando un entorno espeso de signos gráficos, en la Ascensión del Señor; a Maité Izquierdo, donde el cromatismo bullente marca los paños envueltos circularmente; a Paz Lira, que recoge las huellas feroces de la Flagelación con sus fieltros erosionados.
Ya dentro del ámbito figurativo, sobresalen Inés Harnecker, José Basso y Guadalupe Valdés. Si esta última emociona con la delicadeza y discreción de la Asunción de María, la primera aporta su expresionismo, tan apto para transmitir la angustia extrema de la Oración en el Huerto. Entretanto, el minimalismo de Basso no altera su iconografía habitual, aunque sabe adaptarla: la casa ahora resplandece como faro en medio de la majestad del paisaje. Pero también Verónica Büttinghausen consigue impregnar de vigor visual La Cruz a cuestas -una imagen tantas veces utilizada- y su atrayente colorido.
Salineros y Canala
El meollo de la exposición de Cristián Salineros -Galería Patricia Ready- debemos hallarlo en las cinco esculturas grandes y en las dos medianas, cuyo enrejado de jaula se desarrolla dentro del espacio como una especie de gigantescas boleadoras. Es decir, como dos cuerpos volumétricos ubicados en los dos extremos de un tubo más angosto, donde construcciones de círculos y curvas onduladas lo dominan todo. De ese modo, las formas esféricas de ambas puntas y también su alargada comunicación ostentan una estructura de delgadas y firmes varillas de acero. Estas, pintadas negras, definen una aireada y constante reja que vincula el interior y el entorno de las esculturas. Su masa se aliviana así; al mismo tiempo, la pintura uniforme provoca un efecto moaré, capaz de un claroscuro esbelto y no lejano al op art . Sin embargo, características semejantes no llegan a negar la condición de jaulas de estos trabajos y su posibilidad de cárcel privilegiada para pajaritos. Además, estos trabajos de 2015 constituyen desarrollo consecuente de la interesante producción última de Salineros.
Otras de las obras exhibidas resultan más bien un complemento adecuado de las siete esculturas anteriores. Tenemos, entonces, tres amplios dibujos con grafito, esbozos bastante completos de aquellas realizaciones anotadas, a las que suma el grabado en acero de una jaula convencional. Convertida ella en volumen, asimismo la ubicamos dos veces físicamente en formato doméstico: vacía, sin limpiar y de dimensiones extensas, habitada por canarios y catitas, que transmiten sus sonidos -roces con el metal, canto no demasiado frecuente- hasta parlantes situados en el patio arbolado de la galería. Esto, sin duda, un conjunto de adornos amable.
Pero hay más. Siempre con alusión avícola, tenemos huevos partidos en bronce; tres videos sin color sobre soporte de hojalata erizado de clavos; una larga hilera de excremento de pájaros en función de silueta cordillerana, o solo como montículo; también poleras para que el público utilice al recorrer la exposición.
El altillo de la misma galería es buen lugar para acoger las recientes ejecuciones en formato reducido de Rodrigo Canala. Sus figuras abstractas, de base geométrica y borde duro, tienden a poseer carácter emblemático y hasta heráldico. Ello sobre todo ocurre a través de sus versiones corpóreas en fierro pintado. Acaso asociables a embaldosados o, en mayor medida, a diseño de escudos, son sus juegos planos de cuartos de círculo y bandas oblicuas rectangulares. Agreguemos, además, la concurrencia de dibujos a tinta con temática parecida: aparentes estudios sobre papel cuadriculado, milimetrado, un recurso empleado aquí con frecuencia. Menos convencen tres collages , donde la pesadez de un cuadro de color aplasta, esconde cada vez un rostro femenino recortado de revista.
Los misterios del rosario
Las veinte etapas de la Pasión de Jesús, a través de 20 artistas nacionales.
Lugar: Iglesia Ortodoxa de Providencia.
Fecha: Hasta el 24 de diciembre.
Otras periferias
Nuevas e imaginativas jaulas de Cristián Salineros.
Diseños.
de Patricio Canala, sobre todo cerradas y emblemáticas formas geométricas.
Lugar: Galería Patricia Ready.
Fecha: Hasta el 22 de enero de 2016.