La actriz y fina ilustradora Aline Kuppenheim derivó hace un lustro al teatro de animación dándole un aporte extraordinario. Junto a su grupo Milagros nos maravilló con "El capote" en 2011, y "Sobre la cuerda floja" al año siguiente. Ahora, a la cabeza de otro equipo, explora el lado más oscuro de sus posibilidades, en una propuesta con muñecos dirigida a público adulto (y de seguro no apta para niños).
El resultado es simplemente virtuoso, una obra de arte mayor a la que no le sobra ni le falta nada, rebosante de límpida belleza, sensibilidad, emoción y las más profundas resonancias. Como si el camino recorrido por Kuppenheim cobrara aquí sentido y peso.
A partir de un cuento del uruguayo Mario Benedetti, maestro del género, escenifica en 50 minutos nada más que el breve encuentro casual, conmovedor y a la vez incómodo, de un hombre y una mujer de mediana edad y rostros gravemente dañados que espantan a quien los mira. Se topan entrando a un cine, luego conversan largamente en un café revelándose pares en las formas más extremas de soledad, exclusión y sufrimiento; y terminan sosteniendo una cita íntima en la vivienda de él.
Uno de los grandes hallazgos del proyecto es la conjunción de los talentos excepcionales de la directora y de Guillermo Calderón que al adaptar el escueto relato de Benedetti lo amplía y enriquece. Su dramaturgia define con mayor precisión a los personajes, y concibe una sucesión fragmentada de diálogos en que ellos -con descarnada dureza- comparten su percepción de sí mismos y exponen cómo asumen su terrible circunstancia. Agrega un tercer personaje, el garzón de la fuente de soda, para matizar el clima general áspero y pesaroso con una perspectiva popular abierta a la aceptación. Técnicamente la narración se resuelve con delicada poesía en una perfecta fusión de marionetas de medio metro de altura confeccionadas de modo minucioso, e imágenes proyectadas que dan el ambiente de contexto. Los pequeños seres parecen tan prodigiosamente vivos y naturales que pronto no importa nada que quienes los manipulan desde el fondo vestidos de negro estén a la vista. Lejos lo más pasmoso de la experiencia es que con unos muñequitos se consiga expresar tan entrañable carga de humanidad; una de condición frágil y dolida, pero dotada también de una resiliencia apabullante.
Así, tras la desoladora tristeza que despierta, el relato nos inunda al fin y al cabo de esperanza. En tanto conlleva una reflexión acerca de si la fealdad es o no un estigma o castigo, y nos fuerza a interrogarnos qué hace que consideremos que algo es feo o deforme; por qué nos apresuramos a adosarle categorizaciones ajenas; dónde está la verdad esencial del otro.
Ya que las voces y el ruido ambiental fueron cuidadamente pregrabados -y dado que Calderón, admirable teatrista, derivó en el último tiempo al guionismo ("El club")- se puede apreciar también el resultado como un filme de animación hecho en vivo. Por lo mismo, la escena íntima final nos convierte en ingratos 'voyeurs' intentando atisbar en la penumbra los detalles sexuales escabrosos.
Mori Bellavista. Jueves a sábado, a las 21:00 horas.