La primera novela publicada por Camila Benavente Aninat (1962) comprueba que su autora logró algo similar a lo que consiguen muchos escritores que trabajan por primera vez con este género literario: una estructura narrativa débil e inestable. Así como una extensa experiencia vital no garantiza una buena novela, imaginar una temática atrayente tampoco basta para armar una arquitectura y un lenguaje narrativos que se sostengan con suficiencia de principio a fin.
El intrigante título de su novela pareciera sugerir una visión de la vida desde la perspectiva de la muerte. Teresa, un personaje sobre el cual el lector irá informándose de manera paulatina, ha sido enterrada en el patio de herejes, suicidas y disidentes de un lugar que con toda probabilidad corresponde al Cementerio Número 1 de Valparaíso. Su amante, con quien había mantenido durante cuatro años una relación sentimental clandestina, es un escritor que, trasminado por el dolor de la pérdida, convierte al cementerio en un espacio cotidiano donde transcurren muchas horas de su vida. Conoce así al panteonero del lugar, Cecilio Núñez Padilla. Sus conversaciones con Cecilio y con otros visitantes del cementerio le permitirán reproducir por escrito diversas historias fúnebres que giran alrededor de los motivos del amor y del suicidio. En consecuencia, al acercarnos a la mitad del relato, tales historias parecieran constituir su material dominante. Dicha impresión es apoyada, además, por las palabras del amante de Teresa, quien afirma que comenzará a trabajar en una novela con Cecilio como protagonista. A estas alturas suponemos, entonces, que en Q.E.P.D. Perdónenme se utilizarán motivos macabros al servicio de una función catártica: mostrar historias similares a la de Teresa como recurso para vencer el duelo de su fallecimiento y, al mismo tiempo, que es una novela sobre la forma como se arma una novela: un texto autorreflexivo, como se denomina con frecuencia a las narraciones de esta naturaleza.
Todo contribuye a alimentar tales expectativas en los primeros capítulos de la novela. Me atrevo a escribir que la caracterización inicial de los personajes, el diseño de las peripecias y la descripción de los espacios apuntan a crear la atmósfera de tonos oscuros y misteriosos característica de los relatos góticos: el extraño funeral de Teresa tiene lugar durante una tarde gris que se ennegrece con el paso de las horas; el panteonero Cecilio Núñez Padilla es un hombrecillo insignificante, malhumorado y solitario que alimenta su soledad estableciendo relaciones casi familiares con los ocupantes de las tumbas del patio de disidentes; se reproducen sólo historias de fatalidad y muerte, y, finalmente, existe un misterioso Libro Rojo, que Cecilio había recibido de su predecesor en el cargo, Evaristo Castro.
Se trata, sin embargo, de una impresión equivocada.
Al aproximarse a la mitad de su desarrollo, el relato cambia radicalmente de orientación y de punto de vista. Descubrimos que el episodio de Teresa ha ocurrido muchos años antes y que la existencia de su amante ha sufrido desde entonces un cambio considerable. El relato se transforma ahora en la historia sentimental del narrador: las nuevas relaciones amorosas que mantiene después de la muerte de Teresa; la formación de su familia y los viajes que emprende por distintos lugares de Europa mientras trata de continuar con su novela. Sorpresivamente, y sin ser capaces de ubicar cronológicamente el suceso, lo encontramos convertido en decano de una Facultad de Letras, al parecer en una universidad chilena. En cierto momento ha decidido regresar al país y al cementerio, se ha reencontrado con Cecilio y ha recibido de sus manos el enigmático Libro Rojo. Su lectura le ha permitido conocer las historias fúnebres trasmitidas al lector en los capítulos iniciales de la novela y la justificación de la palabra "Perdónenme" escrita en la tumba de Evaristo Castro.
Q.E.P.D. Perdónenme es una novela con una interesante y prometedora apertura, que se desorienta y confunde después y deja al lector igualmente desorientado e insatisfecho.