Por supuesto que no me refiero al cambio climático debatido en la Conferencia de París de estos días, en la que funcionarios gubernamentales compiten por imponerse exigentes metas ambientales con escasa consideración de su factibilidad económica. A lo que apunto es al favorable cambio en el clima político que empieza a extenderse por América Latina. En los últimos días, Argentina ha dado la espalda al populismo kirchnerista y con el flamante Presidente Macri ha reconquistado la esperanza; el chavismo ha sido humillado en Venezuela con una resonante victoria electoral de la oposición unida, y el incompetente gobierno centroizquierdista de Dilma Rousseff en Brasil es acusado constitucionalmente en medio de una grave crisis económica y política. Ecuador vendrá pronto, probablemente.
Argentina, Brasil y Venezuela tienen todavía enormes dificultades que superar, pero es saludable corroborar que el populismo estatista que imperó, en forma extrema en Caracas y Buenos Aires y más moderadamente en Brasilia, se bate en retirada. ¿Por qué este cambio? En buena medida, porque concluido ya el auge del petróleo, la soya, el hierro y otras materias primas -y agotados los caudales recibidos-, el desprecio de esos atribulados gobiernos por la buena conducción de la economía no podía sino cobrar sus consecuencias: lo que el electorado ha rechazado es principalmente el descalabro económico y la secuela de abusos, injusticias y sufrimientos que trae consigo.
¿Llegará también a Chile el cambio de clima? Acá -así como en Colombia y Perú- hemos tenido el tino de encarar con prudencia la bonanza minera. Pero el actual gobierno también ofreció al electorado una vía rápida hacia el bienestar de las mayorías, prometiendo populistas "derechos sociales" gratuitos y de calidad. Sus reformas han trabado nuestro crecimiento económico y están comprometiendo las finanzas públicas en iniciativas muy costosas e improductivas. La caída del cobre ha tornado inviable ese camino. Bajo el "realismo sin renuncia", que patrocina el actual gabinete, hay algunos signos positivos, como los evidenciados esta semana en la moderación de ciertos aspectos de su anacrónica reforma laboral. El ánimo retroexcavador, sin embargo, no cesa, como se advierte en la airada reacción gubernamental ante la inconstitucionalidad de su discriminatoria fórmula de gratuidad universitaria, o en el peligroso proceso constituyente, apropiadamente caracterizado por el intelectual liberal Mauricio Rojas como "populismo constitucional".
Es la oposición -unida ahora bajo la aún indescifrable denominación de "Chile Vamos"- a quien le corresponde mostrar al país un camino diferente. No debería ser difícil. reivindicadas. Luego de casi dos años de gobierno de izquierda, sus ideas de libertad, oportunidades y progreso lucen. Los centros de estudio del sector, como Libertad y Desarrollo, que ha celebrado esta semana honrosos 25 años de vida, tienen al respecto mucho por hacer.