Segundo estreno en 2015 de Marcos Guzmán -montó "Trabajo sucio", en abril- tras doce años sin dar frutos (cuando entregó su notable "Fabulación", de Pasolini), "Demonios" brinda una atractiva primicia. Proclive a los proyectos grandes y los textos contundentes, el director de 42 años hace debutar en Chile al dramaturgo Lars Norén, también novelista y poeta, a quien muchos consideran el autor teatral más importante surgido en Suecia después de Strindberg, lo que no es poco decir, y sin duda se ubica como uno de los más originales y representados en Europa en varias décadas. Ignorado aquí hasta hoy pese a su vasta obra -más de 30 piezas- por las razones que ya sabemos.
Escrita en 1984, "Demonios" se acaba de reponer en París, donde además se estrenó una versión en telefilme. Es otro de los descarnados dramas de Loren sobre la desintegración de la pareja contemporánea, con vistas a demoler el mito de la felicidad conyugal; y forma parte de una trilogía motivada por la muerte de la madre del autor.
En su acto único, un matrimonio de 9 años, sin hijos, recibe a una pareja de vecinos con más tiempo de casados, pero con un retoño de meses, para celebrar una pequeña fiesta privada de alcohol y desenfreno sexual. Los anfitriones no mantienen una relación de amor-odio, sino que se detestan francamente, hasta desear matar al otro. Él la ha golpeado antes; cuida además las cenizas de su madre que inhumará al día siguiente.
Con la puesta -en el estilo que parece definir el trabajo de Guzmán, cuya apariencia realista tiende más bien a distorsionar lo real para crear un artificio que como delirio alucinado remite al acontecer cotidiano- ocurre algo inusual. Por más de la mitad de la entrega, de un total de 115 minutos sin pausa, no hay nada en lo que vemos de la intensidad emocional y violenta interacción que supone el texto de Loren. Quizás el director pidió a sus actores expresamente un tono menor, hiperrealista y coloquial, identificable con la vida misma; o porque quiso ampliar el reflejo de la cotidianidad hogareña como un infierno, a una desarticulación más extendida, abarcando todas las relaciones interpersonales. Sin subtextos ni tensión, ese largo tramo produce indiferencia; puede parecer hasta un desperdicio enojoso.
Por fortuna, el montaje va de menos a más. Cuando se arma la 'fiesta', la acción se llena de provocaciones, asedios eróticos, sombría obscenidad y las más crueles humillaciones mutuas y autoinfligidas. El escenario se convierte entonces en una suerte de variante extrema y salvaje de "Quién le tiene miedo al lobo", un campo de batalla inundado de perversidad, desesperación y horror. Termina muy arriba.
Los cuatro intérpretes animan con acierto la secreta exasperación de sus patéticos personajes, pero es sin duda Néstor Cantillana -notable actor-, en el rol del dueño de casa, quien se instala como eje de la ficción. Todo ocurre en un desordenado living con un cerro de prendas de vestir al centro, para subrayar simbólicamente el caos espiritual y moral de quienes viven allí.
Museo de la Memoria. Miércoles a sábado, a las 21:00 horas,
hasta el 19 de diciembre. Entrada general: $6.000.