Estrenada en enero pasado en Valparaíso y luego exhibida brevemente en otro espacio capitalino, "Recabarren" es la parte final de la Trilogía de Tiernos y Feroces con que el dramaturgo Cristián Figueroa quiso evocar a tres figuras señeras que pusieron su impronta en la cultura nacional. Respaldado por un Fondart de Excelencia, el tríptico incluyó antes a Violeta Parra y al poeta Pablo de Rokha, reunidos además por la triste circunstancia de que los tres se suicidaron al sentirse incomprendidos y frustrados.
Eso define el tono de la obra. Esta no es precisamente un tributo al destacado sindicalista considerado el "padre del movimiento obrero chileno". Mirado desde el punto de vista escéptico y descreído de la última generación a la cual pertenecen sus gestores, se alude a su biografía, ideario y legado no en forma admirativa, sino para cuestionarlo, analogando la sensación de fracaso de su proyecto, con la carencia hoy de ideales y utopías. A tal punto, que a menudo da la impresión de un antitributo.
A partir del hecho de que Recabarren efectivamente empleó el teatro como herramienta para educar a los trabajadores, imagina que el grupo teatral del sindicato de un supermercado actual prepara una representación que retratará al personaje histórico de hace un siglo. Entre rodeos, baches e interrupciones, la pieza se demora mucho en entrar en materia, y cuando lo hace, los ensayos revelan harto desorden e improvisación.
Luis Emilio Recabarren (1876-1924) aparece desde la primera escena como muerto en vida; o sea, un fantasma vencido, y es casi imposible determinar cuando el actor cita textos del líder. Nunca, por lo demás, luce movido por la convicción política; es más bien un hombre depresivo henchido de melancolía y derrotismo. Todo esto, porque la pieza saca a priori una conclusión algo ingenua: estamos como estamos pues los chilenos no logramos unirnos y organizarnos. El problema es que no dice en torno a qué generar la unión.
No es que el montaje que dirigió Cristián Keim esté mal o que aburra ni que los cuatro ejecutantes resulten inadecuados. Es que quiere pasar por una propuesta "política", y como carece de ideología, se ubica lejos de su propósito. Por mostrar desconfianza de las ideas y una postura radicalmente crítica frente a las instituciones, se siente más bien abúlica e indolente, muy distante de una voluntad de cambio. Y la idea de cambio es consustancial al drama. "Recabarren" incluso parece no tener fe en el teatro. Es que hasta para ser escéptico se requiere de una cuota de pasión, a fin de que el descreimiento despierte interés.
Quienes apreciaron la trilogía entera nos informan que este fue su capítulo menos afortunado. Esperamos ver los otros.
Sala Antonio Varas (Morandé 25, Santiago). De jueves a sábado, a las 20:00 horas, hasta el 12 de diciembre.