Densidad y altura: la oportunidad de dar a la ciudad eficiencia e intensidad o la amenaza de transformarla en guetos verticales. Se utilizan para justificar las grandes inversiones en transporte y espacio público, pero pueden transformarse también en importantes problemas logísticos y de congestión. Más que cifras abstractas, la densidad y la altura son una forma de vida. En ellas radica gran parte de la construcción de una comunidad, sus posibilidades de organización y su sentimiento de pertenencia.
Mal llevadas, las cifras de la planificación reducen el paisaje urbano a un plano cartesiano en donde las torres se elevan como barras de un gráfico tridimensional, sin mayor armonía que las posibilidades del mercado. Edificios que apilan millares de unidades pequeñas de departamentos, fácilmente vendibles, pero ingratamente vivibles. En teoría, los pequeños departamentos son la oportunidad para que jóvenes y familias emergentes ocupen áreas centrales, en donde el precio del suelo es más elevado, pero, lo cierto es que en Chile son adquiridas principalmente por inversionistas, es decir, arrendadores que no tendrán más contacto con el lugar que un par de visitas esporádicas en el año. Sus miles de residentes tienen escasas posibilidades de reconocerse entre sí, y menos de organizarse. Formas de vida que bordean el pragmatismo inhumano y que despiertan pocos sueños de arraigo. Así, grandes paños de la ciudad se van tejiendo a partir de la construcción de la alienación, el desánimo y el deterioro.
Las ciudades modernas planificadas para la integración y la democracia fueron moderadas en su altura por la inexistencia del ascensor: Siete pisos dio Haussmann a París, seis planeó Hobrecht para Berlín, cinco propuso Cerdá inicialmente para Barcelona. Hoy, son las ciudades densas y compactas que más admiramos. Para resolver nuestros problemas urbanos, resulta prioritario que densidad y alturas sean abordadas con la calidad de vida en la mira, y que de una vez por todas dejemos de hipotecar el valor de nuestras ciudades por una momentánea activación de la economía.