Los pueblos como las personas atraviesan crisis de sentido. En el 2011, cuando ocurrieron las movilizaciones que explican, en buena medida, el actual estado nacional, vivía en un departamento en la esquina de José Miguel de la Barra con Ismael Valdés Vergara, al lado del Parque Forestal. Un día de junio seguía por televisión una de ellas, la marcha más fuerte e impactante, cuando me advirtieron que lo que estaba pasando, pasaba al lado mío. En efecto, en la intersección de Monjitas con José Miguel de la Barra, una considerable fogata era avivada por unas 200 personas. Desde mi terraza contemplé y filmé con mi celular, como si fuera un espectáculo, al grupo, más bien festivo, mayoritariamente de vecinos, jóvenes parejas y personas de mediana edad, como yo. Unos 4 o 5 sujetos, con el rostro cubierto por un pañuelo, se encargaban de mantener el fuego encendido echándole de un cuanto hay y azuzaban con cantos y consignas repetidos con el entusiasmo y ceguera de las masas. La educación era el motivo visible que los congregaba, aunque un vago malestar o disconformidad por el rumbo con que Chile se había incorporado a la modernidad y por la forma de convivencia a que esta había dado lugar se agitaba en el aire y enardecía los ánimos.
El gobierno del Presidente Piñera -con todo lo exitoso que fue en la reconstrucción posterremoto, en el plano económico y en otros ámbitos- no se hizo cargo de esa insatisfacción y se escudó en la eficiencia como lema. En cambio, la Presidenta Bachelet, desde el inicio, se presentó como la líder que había escuchado esos reclamos, los había interpretado correctamente y venía a poner en marcha las políticas para resolverlos: era preciso cambiar "el modelo", no moderarlo o corregirlo como lo habían hecho los anteriores gobiernos de su coalición (incluido su primer gobierno), sino reemplazarlo de cuajo. Eso es lo que quería la gente, le dijeron. Un grupo de asesores, con solidez doctrinaria y seductora, le proporcionaron las ideas necesarias (acaba de reconocer que estuvo "enamorada" de ellas) para llevar a cabo ese proyecto.
El resultado de ese conato usted ya lo conoce. La misma Presidenta ha efectuado una pública autocrítica, cambiado ministros, alejado asesores, aunque parece encontrarse en una incómoda y ambigua posición, a medio camino entre su primer gobierno y el segundo.
El sentido anhelado y perdido de la sociedad chilena está, con todo, pendiente y no es un tema menor. El "porqué", la finalidad, es una pregunta que no se puede eludir y para la cual nuestros dirigentes (de todos los rubros) no han siquiera insinuado el camino de una respuesta.