Tuve el privilegio de conocer personalmente y dialogar con el ex Presidente del Uruguay, José Mujica. Esta situación se dio en el contexto del X Foro Anual del Progresismo, organizado por la Fundación Chile 21, durante la semana pasada, en el cual el Presidente Mujica fue el principal invitado. Mi día con Mujica empezó en mi casa cuando le comenté a mi hijo menor, estudiante universitario, que iba a conocer personalmente al ex Mandatario. La respuesta de él me marcó: "Papá, escúchalo bien y aprende". De más está decir que mi hijo, tanto como otros jóvenes de su generación, son profundamente críticos de la política y de sus dirigentes, tal como se está dando hoy. Con esa predisposición llegué a la reunión-desayuno con Mujica. Quería escuchar y aprender. Vi una figura que por su vida, testimonio y coherencia, para las fuerzas progresistas y la izquierda del mundo, constituye un referente, así como lo fue Mandela en otros tiempos.
Rescaté del Presidente Mujica tres señales para las fuerzas democráticas y progresistas en Chile. Primera señal, la unidad. La segunda, también leer y aprender de filosofía y de ética; y la tercera, quizás la más importante, la coherencia y el testimonio entre lo que se piensa y la manera como se vive cotidianamente. De estas tres lecciones, quiero destacar dos. La unidad y la coherencia en el vivir, entre lo que se piensa y lo que se hace.
Con respecto a la unidad, no es un fetiche. Y estamos al debe. Tenemos situaciones muy difíciles en la coalición de centroizquierda, es decir, en la Nueva Mayoría. A pesar de haber construido un programa común, los matices y divergencias afloran cotidianamente, como si no nos diéramos cuenta del poder de nuestro adversario: la derecha política, económica, social y cultural. Pero nuestra falta de unidad trasciende a la Nueva Mayoría. Tendemos, más que abrirnos a nuevas fuerzas, a cerrarnos a nuevas fuerzas por razones estrictamente de cálculo electoral y personalistas. Fuerzas emergentes, como el Partido Progresista, Revolución Democrática, e incluso la Izquierda Autónoma, son referentes con los que habría que dialogar políticamente para construir un frente incluso más amplio que la actual Nueva Mayoría.
En el ámbito universitario, esto se ve con particular dramatismo. Los resultados electorales de las últimas elecciones de federaciones muestran una enorme dispersión de las fuerzas de izquierda, que evidentemente atentan contra la configuración de una fuerza unida y coherente y que pueda hacer las transformaciones que el país necesita.
La unidad propuesta por Mujica es para enfrentar con éxito a las fuerzas conservadoras, a las que no quieren transformaciones profundas. La pregunta es; ¿y cuáles transformaciones profundas? La profundización democrática, la lucha para una mayor justicia social, y la lucha contra los abusos evidentes del actual modelo. Estamos al debe en ese aspecto por las consideraciones anteriores. De paso, una muestra. La lectura del informe del Banco Mundial sobre los efectos de la reforma tributaria, ya comentado en columnas anteriores, hoy día tiene una nueva dimensión. Este informe coloca a Chile una vez más como uno de los países más desiguales del mundo, sobre la base de los trabajos efectuado por los especialistas del Banco Mundial, que hicieron confluir las estadísticas de la última Casen con los datos del servicio de Impuestos Internos. El escándalo en Chile es que nuestro coeficiente Gini no es 0,50, a partir de la Casen última, sino -y ponga atención, señor lector- es 0,65. Solo para hacer una referencia, en el coeficiente Gini el 0 es plena igualdad y el 1, plena desigualdad. Para establecer una comparación, en América Latina el promedio es 0,50; en Europa y la OCDE, el promedio es 0,31. Nosotros estamos a 0,65 de acuerdo con este informe. Por eso es imprescindible avanzar en nuestras reformas que atenúen esta desigualdad, en un principio, y ojalá la perforen en el largo plazo como objetivo político estratégico.
La otra materia que me quedó grabada en las palabras de Mujica, a partir de su propio testimonio personal, es la necesidad de que los hombres y mujeres progresistas, para volver a ser creíbles ante la ciudadanía, tienen que intentar vivir de acuerdo con los principios que profesan y expresan. La sobriedad, la austeridad, la cercanía con los ciudadanos, la atención preferente a escuchar y dialogar con nuestra gente es el mensaje de Mujica. Quizás volver a las raíces, a las fuentes originarias; ser un hombre o una mujer progresista y de izquierda implica una conducta personal coherente con los principios y valores que dan origen a esta fuerza transformadora que quiere construir una sociedad mejor y más justa. La falta de confianza y credibilidad de la ciudadanía en nosotros es porque muchas veces no ve una coherencia en nuestra forma de vivir y lo que decimos