En un medio como el nuestro en que al mal acostumbrado público le parece larga una obra de hora y media, lo que define a "Liceo de niñas" es que se toma 130 minutos. Y no porque la larga duración sea un defecto en sí -hemos visto experiencias foráneas de 8 horas cautivantes de principio a fin-, sino porque, tal como "El taller" -el debut en la dramaturgia de Nona Fernández hace tres años-, revela falta de cohesión y un problema en el sentido del tiempo escénico que dará forma a la sustancia.
Eso, independiente de los méritos del resultado cuyo propósito es de enorme interés y contiene algunas ideas teatrales aisladamente brillantes. Este es el nuevo hijo creativo de una pareja que lleva un cuarto de siglo desplegando un talento multifacético que está fuera de discusión (teatro, narrativa, TV). Marcelo Leonart dirige este otro texto de su esposa, que también actúa, liderando su tercer grupo desde 1991, "La pieza oscura".
Lo que primero salta a la vista es que la propuesta adosa e intenta aunar materiales dispares, cada cual de gran atractivo. El eje, entre juguetón y delirante, busca reconocer el coraje de las movilizaciones de los estudiantes secundarios en las últimas décadas. Para ello imagina una fábula fantástica a la manera de un cómic, o de las notables comedias paranormales o de cienciaficción del argentino Javier Daulte.
En el liceo público en que trabaja, un profesor de hoy ve con espanto cómo de un ducto de ventilación emergen unas alumnas que se ocultaron en el subsuelo huyendo de los carabineros tras una marcha. Ellas, que como activistas tienen por nombre una chapa, creen llevar allí días o quizás meses, pero luego se revela que, por razones inexplicadas, entraron en clandestinaje hace 30 años, en una de las protestas contra la dictadura en los 80. Se sienten niñas aún, pero ahora son cuarentonas en jumper que ignoran cuánto cambió la situación política en el intertanto. Es una gran idea; fantasiosa, pero muy estimulante, que hace presente que el estudiantado siempre ha estado políticamente alerta, mientras equipara las luchas e ilusiones de ayer con el fracaso de los sueños e ideales juveniles en las circunstancias actuales.
Dividido en 8 cuadros o "módulos", el relato, por otra parte, agrega un sentido tributo a los caídos en combate. El personaje alegórico de El Joven Envejecido alude directamente al lautarista Marco Antonioletti, abatido por carabineros en 1990, ya en democracia. En diversos pasajes se maldice a Juan Carvajal, el traidor que lo entregó. Por lo demás, cada cierto tiempo la ágil acción y el tono lúdico se detienen para dar paso a extensas narraciones orales (4 o 5) a veces en monólogo o a varias voces, recordando a otros jóvenes manifestantes muertos. Como sacadas de otra obra y estilo.
Hay más. En la segunda mitad aparece el tema de la infinitud del cosmos y la relatividad del tiempo, incluyendo una evocación del astronauta Yuri Gagarin, todo lo cual resulta más bien forzado. Cuando la historia ya llegó a su fin, aún sigue un epílogo o Actividad Extraprogramática que escenifica la obra que ensayaba el grupo teatral del liceo, la cual se supone previó la traición de Carvajal y matanza de Antonioletti. Demasiado, sin duda. En la ejecución, por lo general satisfactoria y disciplinada, algunos intérpretes para animar la comedia caen a ratos en una descontrolada y abrumadora hiperactividad.