Como muchas catástrofes de la historia, el terrorífico Isis parece ser el resultado de un complejo mosaico de causas, algunas de las cuales se tardarán años en dilucidar. Están los casi 1.400 años de conflicto intermitente con una religión que siempre ejerció mucho poder: entre 622 y 750, el Islam acumuló un califato que se extendió de Lisboa a Kabul. Después, desde 1300, surge el imperio otomano, que se expande por Asia, África y Europa hasta llegar, en 1683, a las puertas de Viena. En todo esto, el Islam pretende ser a la vez religión y estado. Mientras que para Jesucristo había que dar al César lo que es del César, Mahoma es su propio César.
Al imperio otomano lo suceden imperios de signo contrario, principalmente el británico y el francés. Conocidos son los múltiples errores de estos, entre ellos esas fronteras artificiales trazadas en Inglaterra o Francia para delimitar países como Iraq o Siria. Después, cuando las colonias son liberadas, llegan inmigrantes paquistaníes y argelinos a países que si bien los acogen, sea por sentido de culpa o por su mano de obra barata, tienen poca costumbre de asimilar a tanta gente nueva.
Todo lo anterior contribuye a explicar por qué puede haber relaciones tensas con el Islam actualmente. Pero no alcanza para entender los grados de fanatismo violento de Isis. Después de todo, los antiguos imperios musulmanes fueron en general bastante abiertos, a pesar de sus raíces teocráticas; y si bien el Islam recomienda que sus súbditos vayan a la conquista de almas infieles, no se desprende que tengan que hacerlo por la fuerza. El Corán incluso insiste que un ejército vencedor sea misericordioso con sus prisioneros, y prohíbe el suicidio, por lo que las prácticas brutales del Isis estarían proscritas. Por otro lado, las fronteras del Medio Oriente duraron casi un siglo sin presentar mayores problemas. En cuanto a la inexperiencia europea en asimilar a inmigrantes, cabe destacar que los hindúes que llegaron a Gran Bretaña junto con los paquistaníes han sido muy exitosos. ¿En qué otros factores hay que pensar entonces?
Uno importante: querer por la fuerza implantar democracias en países como Libia que nunca las tuvieron. En especial la torpeza con que se manejó la invasión de Iraq. Permitieron que se estableciera una hegemonía chiita a expensas de los sunitas. Y el ejército iraquí fue calamitosamente debandado: sus huestes humilladas engrosaron las filas de Isis. Otro factor: el financiamiento de una Arabia Saudita wahabita a mezquitas y madrasas en todo el mundo a cambio de que sean extremistas. Nadie se atreve a objetarlo: ni los musulmanes moderados, por reverencia al país que, desde 1923, alberga a La Meca y Medina, ni los gobiernos occidentales que temen perder su acceso al petróleo. Hay otros factores, más complejos, que en combinación son explosivos. La vulnerabilidad de muchos jóvenes musulmanes en Europa, ya sea porque no se hallan en Occidente, o porque son inducidos a no hallarse por sus mentores religiosos. La angustia que les pueda dar la libertad, y su consecuente búsqueda de experiencias totalizantes. Una posible es el éxtasis de la droga. Otra, el jihad, tanto más si los jihadistas se drogan antes de acometer una matanza o de inmolarse en el éxtasis definitivo del martirio. La banalización de la violencia en películas o videojuegos. La necesidad psicótica de destacarse con violencia, como la de esos jóvenes americanos que salen a matar a mansalva. Lo contagiosas que son esas psicosis cuando las propagan redes sociales que además reclutan a los jihadistas.
Claro que ni estas razones logran explicar el salvajismo masivo de Isis, tan difícil de entender por lo inédito que es.