La lectura de los veintiún relatos breves que componen el libro Cuentos de inmigrantes trae a la memoria el recuerdo de las narraciones antológicas popularizadas en películas como "Amores perros" (2000), escrita por Guillermo Arriaga y dirigida por Alejandro González Iñárritu, o la estadounidense "Crash" (2004), escrita y dirigida por Paul Haggis. Una historia inicial reproduce un hecho fortuito y aciago que funciona como detonante de varias historias subordinadas. Pero, a diferencia de la característica narración en profundidad o en abismo del relato tradicional, la narración antológica ofrece una visión transversal de la realidad, que observa solo los resultados de las causas. Como lo indica su título, los cuentos de Pía González Suau presentan las condiciones de vida de diversos individuos que han abandonado sus espacios propios para instalarse en ajenos. Sin embargo, como advierte Octavio Paz, son las razones del traslado las que transforman al nuevo hogar -en este caso, Santiago- en el paraíso anhelado o en un infierno de quebranto y miseria similar o peor al que se dejó atrás.
El libro de Pía González Suau enfoca la segunda alternativa: las vicisitudes e infortunios de los numerosos inmigrantes que, buscando mejores condiciones de vida, han llegado a nuestro país durante los últimos años. En el momento en que escribo, solo recuerdo tres relatos ajenos al interés que domina el volumen: una familia española que ha huido de la dictadura franquista, una actriz argentina que viaja para participar en la Teletón y un médico brujo. Pero común a la mayoría del resto es el motivo de la fragilidad existencial, que produce la pérdida de las ilusiones y el derrumbe de las esperanzas, junto con el desaliento provocado por la contradicción entre los empeños y la realidad. Con un acertado sentido de la arquitectura narrativa, la autora ha conferido una disposición circular al ordenamiento de los cuentos. El primero de ellos, "Menesteres", presenta el episodio fortuito y desafortunado que gatillará y encadenará la casi totalidad de situaciones y peripecias representadas en los que vienen a continuación: frente a su esposa y a su hija, un hombre enloquecido se lanza al vacío en un lugar de Lima. Poco tiempo después, la hija, de quien no conoceremos el nombre, sino hasta mucho después, emigra a Chile buscando mejores oportunidades de trabajo. La veremos reaparecer en varios de los cuentos siguientes hasta llegar al relato llamado polisemánticamente "Volver", que cierra el volumen y clausura la tragedia iniciada en el primero.
A pesar de ser un libro de cuentos, el texto de Pía González Suau adquiere así la fisonomía de un relato mayor compuesto de una serie de escenas de individualidad solo aparente. Como conjunto dan origen a un mundo humano recíprocamente encadenado, imagen que se ve favorecida por el hecho de que la mayoría de sus personajes, de sus peripecias y de los espacios donde transitan reaparecen en los distintos relatos, desempeñándose ya sea como elementos protagónicos en algunos, o secundarios o de simple decoración en otros. Las alternancias permiten que el lector se reencuentre con los mismos inmigrantes bajo iluminaciones de variado color y pueda contemplarlos desde diferentes puntos de vista. El efecto de familiaridad que este diseño narrativo produce es indudable. La cercanía nos otorga el conocimiento íntimo de las silenciosas tragedias, de las caídas y las fragilidades de seres humanos que quizás considerábamos "otros", y nos permite descubrir que las diferencias de color o de raza son solamente apariencias que ocultan semejanzas esenciales.
La calidad del nivel lingüístico que exhiben todos los cuentos contribuye también con efectividad a los indudables méritos del volumen. El lector nota sutiles variaciones de estilo y tono narrativos según sea la naturaleza de los episodios que se relatan, variaciones que a veces permiten incluso toques humorísticos: "Eran dos hermanos coreanos que trabajaban como chinos". Cuentos de inmigrantes constituye, sin duda, una interesante propuesta literaria del cambio substancial que experimenta hoy nuestra antigua sociabilidad.