Se han abierto las esperanzas en Argentina. Todo parece indicar que Macri se trasladará a la Casa Rosada. Atrás quedarán décadas de malos gobiernos, promesas incumplidas y utopías fracasadas.
Sin embargo, nada asegura un futuro mejor. La maquinaria peronista encabezada por el sindicalismo y su "brazo armado" -los piqueteros- se encargarán de no dejarlo gobernar tranquilo.
El país que hace un siglo tenía un PIB per cápita similar al de Estados Unidos, el país lleno de recursos naturales, el país con un gran capital humano, ha estado condenado a las desacertadas políticas públicas por largas décadas. La mezcla de populismo, estatismo y corrupción han hecho que Argentina no solo no sea Estados Unidos, sino que lo ha transformado en un país sin credibilidad internacional y donde un tercio de sus habitantes vive bajo la línea de la pobreza.
El legado del peronismo ha sido malo. Y su combinación con el kirchnerismo ha sido peor. Aunque la verdad oficial sea otra y se intente convencer a los argentinos del "triunfo del pueblo", como lo hace Cristina en sus habituales cadenas nacionales.
Argentina, en todos esto años no ha dejado de sorprendernos. Para intentar controlar los precios, se instauraron prácticas mafiosas de amenazas a las empresas. Para controlar el tipo de cambio se establecieron políticas absurdas, como la obligación de exportar el equivalente de lo que se quiera importar. La "ex Presidenta K" del Banco Central declaró que no era evidente que aumentar la emisión de billetes generaba inflación, algo que hace 500 años ya está resuelto en la Economía.
Los fondos de las AFP fueron expropiados, en medio de la resignación de un país acostumbrado a que le metan la mano en sus ahorros. Lograron eliminar el lucro de Aerolíneas Argentinas y la condenaron a grandes pérdidas, y "recuperaron" YPF apenas apareció el yacimiento petrolífero de "Vaca Muerta". Décadas de señales equivocadas y, como es obvio, décadas de malos resultados.
La contraparte de Argentina era Chile. Un país más pobre en todo sentido, aburrido y gris. Pero donde los acuerdos mínimos, el fomento de la iniciativa privada, la disciplina fiscal y la focalización del gasto permitieron cambiarle la cara al país, una vez recuperada la democracia. Todos los índices sociales subieron fuertemente y -lo más importante- la pobreza, se redujo a un quinto. La intelectualidad argentina nos ponía de ejemplo. Sus académicos de paradigma.
Pero atrás quedó el "milagro chileno". El jaguar fue acribillado. Cuando nos dimos cuenta de que la cosa no era tan prístina como parecía, que la supuesta superioridad moral era una ilusión; cuando nos dimos cuenta de que el abuso, la trampa y la corrupción existían, la Concertación decidió suicidarse y reencarnarse en la Nueva Mayoría. Y sin darse cuenta, sus políticas públicas en poco tiempo empezaron a tener acento argentino.
Que el Estado intervenga fuertemente en la economía, que se fortalezcan fuertemente los sindicatos. El modelo universitario, el modelo laboral, el modelo cultural.Todo el programa de gobierno actual pudo haber sido escrito en Buenos Aires.
Obviamente las cosas no se producen por generación espontánea. Atentó contra el modelo chileno el exceso de dogmatismo de la derecha, la promiscuidad entre la política y el empresariado, la sensación de trampa del modelo político y el sinceramiento de los comportamientos del sector privado.
Obviamente no toda la Nueva Mayoría está contaminada de esa argentinización. Pero son cada vez más. La Democracia Cristiana, cada vez más desdibujada, parece resignada. Y la centroizquierda liberal ha desaparecido.
El futuro no es esplendor. La utopía constructivista ha vuelto a aparecer. La confianza de que el Estado lo puede resolver todo, que los recursos no son escasos y que lo privado debe ser mirado con desconfianza se está imponiendo en nuestro país. Cuando se abra la discusión constitucional, es muy probable que todo ello se exacerbe, y que la correcta tesis de Correa Sutil -de que la nueva Constitución debe tener solo mínimos- sea denostada por conservadora.
Si Cristina hubiera podido reelegirse, habríamos alcanzado a ver la venezolanización de Argentina. Afortunadamente, parece un hecho que los argentinos alcanzarán a cambiar el rumbo justo a tiempo. Y que de la mano de Macri se terminen chilenizando.
La paradoja es que es probable que en poco tiempo más nos terminaremos cruzando en algún punto de la cordillera.Y tal vez ni nos daremos cuenta...