Deafheaven - "New Bermuda"
Era difícil vencer la intensidad propuesta en "Sunbather" (2013), su celebrado segundo trabajo discográfico, pero Deafheaven superó el desafío y dobló la apuesta, ubicándose a la cabeza del género. Porque la agrupación de San Francisco -liderada por el vocalista George Clarke y el guitarrista Kerry McCoy-, que mezcla una serie de elementos del black metal, el post-rock y el shoegaze, lanzó "New Bermuda", su último álbum, desplegando una inquietante aunque reconocida batería de sonidos oníricos y atmósferas angustiantes, que ahora se tornan luminosos y coloridos, como si el combo estadounidense hiciera de la sinestesia una condición natural.
En "New Bermuda", Deafheaven extiende los límites de su capacidad, en una apertura con "Brought to the water" que acumula momentos estelares tras cada cambio de ritmo. Clarke ruge rabioso con cada verso sobre el amor y la muerte, traducidos en escenarios fulminados por la luz y aniquilados al calor profundo del océano en "Gifts for the Earth", mientras McCoy fulgura en "Baby blue" un riff de guitarra sacado del mejor catálogo de Metallica.
Al publicar "Sunbather", el quinteto rompió con varios prototipos dentro del black metal, desde el look de su frontman hasta el color salmón de la portada del álbum; "New Bermuda" continúa con esa ambición, gracias a un disco que fluye al contrario de sus características: Al combo le bastan 5 canciones y 47 minutos de duración para pincelar una acuarela que va mutando tras cada centímetro recorrido, como si de ella se desprendieran un sinfín de imágenes. Deafheaven es la banda sonora de los sueños sobre el fin del mundo.
Matorral - "Gabriel"
La estética tangible tras el quinto disco de los chilenos Matorral, "Gabriel" reafirma la unión del cuarteto nacido en los inicios del nuevo siglo: Con la autogestión como punta de lanza, y todos los problemas que eso conlleva, la agrupación formada por Felipe Cadenasso, Gonzalo Planet, Ítalo Arauz y Antonio del Favero se impone a los colores fríos y los paisajes nevados.
Porque el sucesor de "Remoto control" (2013) seduce desde el comienzo en la mencionada "Boleta de cambio", con su introducción sintética que abraza los vientos como si Matorral estuviese rodeado por una big band . Guiña al trip-hop con la fusión entre la profundidad del bajo, la puntualidad del piano y los ambientes brumosos que proponen los samples y el tímido grupo coral en "Aire", en un trabajo que, tras paisajes en penumbras, amanece en "Transmisión", como encontrando en su sincronía el regreso a casa.
En "Gabriel" el cuarteto respira calma. Luego de más de una década situados en la vanguardia, Matorral vuelve a regalar una obra repleta de elegancia e intimidad. Los músicos tras el combo repasan el camino recorrido hasta hoy y lanzan una baraja de canciones que reviven tiempos de soledad que ahora se miran desde lejos, sentados frente a la chimenea de una cabaña, segura, donde el frío deja de hacer daño. Y la satisfacción de la valentía se abraza con el doble de ganas, como a un bebé que recorre de pie por primera vez su casa. Como Gonzalo Planet bautizando el trabajo como su primer hijo.