Siempre es excitante y sorprendente constatar la avidez que el público nacional tiene por la ópera. Las ciudades de Chile lo saben y es así como se han multiplicado los proyectos de difusión y las puestas en escena para esta fuerza artística que propone debate en tantos frentes.
El Teatro Municipal de Temuco -que dirige Constance Harvey y que ahora lleva el nombre del ex alcalde Camilo Salvo- volvió a apostar por un título mayor, "Madama Butterfly" (Puccini), adorado por los melómanos y que conquista la atención incluso de quienes nunca antes han visto una representación de ópera. El teatro, con un aforo de 1.240 butacas, estuvo lleno de un público compenetrado, que se entregó a la belleza y la emoción que esta partitura ofrece a raudales.
La joven Orquesta Sinfónica de Temuco, bajo la dirección de su titular, David Ayma, ha ido avanzando en la adquisición de repertorio y cada vez su llegada es más resuelta, aunque debe crecer en personalidad sonora y asentamiento de estilos. Si bien por momentos la batuta de Ayma fue demasiado lenta y en otras no tuvo muy en cuenta a los cantantes sobre la escena, también supo comunicar la vibración interna pucciniana y consiguió develar los pliegues múltiples de la partitura. Hubo notables logros entre las cuerdas graves y también en el arpa (Patricia Reyes), que tiene una tarea difícil en esta obra. El Coro del Teatro Municipal, que dirige Daniel Farías, es musical pero debe mejorar en proyección vocal y fiato , y también en compromiso dramático.
La régie del argentino Rubén Torre, habitual en esta plaza, optó por la tradición, lo mismo que la escenografía y el hermoso vestuario de Tatiana Messina. Hubo momentos imaginativos y de belleza nostálgica para la caída de los pétalos en el "Dúo de las flores" y para la vigilia de Cio Cio San (iluminación de Gabriel Mabán).
La soprano argentina Mariela Schemper -quien sustituyó a su compatriota Sabrina Cerera, que se enfermó- no es una cantante para el rol titular: su voz es ligera, frágil y de corta extensión. También es una actriz de gestualidad limitada. El tenor chileno Patricio Saxton avanza a pasos agigantados; su Pinkerton estuvo admirablemente bien resuelto en una vertiente más lírica que lo habitual y se mostró del todo comprometido con el juego escénico. Siempre es un placer escuchar a la mezzo Evelyn Ramírez, cuya Suzuki está construida desde la nobleza y la profundidad espiritual. El bajo-barítono Sergio Gallardo hizo un Sharpless sólido, convincente y de una humanidad conmovedora en su angustia por los hechos descritos. Es impresionante la amplitud y la calidad del material vocal de Javier Hiram Weibel, que hizo los papeles de Bonzo (bajo) y Yamadori (barítono), y que pareciera poder extender todavía más su registro hacia el agudo. Además, Weibel es un artista con natural autoridad escénica. Muy bien el tenor Daniel Farías como el impertinente y embaucador Goro, y la sobria y prudente Kate Pinkerton de Jéssica Poblete.