Después de diez años de ocurrida la tragedia de Antuco, Enrique Gloffka, ex coronel de ejército, publica su conmovedora novela sobre una de las peores catástrofes sufridas por nuestras fuerzas armadas en tiempos de paz. El desafío no era menor. El mundo presentado en el texto literario es por esencia imaginario, por mucho que se parezca a nuestra realidad factual.¿Cómo inscribir en el discurso de la ficción, sin que pierda sus connotaciones de verdad, un episodio histórico que en fecha todavía no lejana sacudió hasta los tuétanos la sensibilidad del país? El título de la novela es un indicio de la manera como tal referente será representado. La "dulce muerte" es una metáfora del fallecimiento por hipotermia que no hace desaparecer la realidad sino que la transforma en otra cosa. En el relato de Gloffka, la macabra catástrofe que vivieron las víctimas de la tormenta de nieve desatada cuando llevaban a cabo ejercicios militares en la zona del volcán Antuco se desarrolla con minuciosa descripción de sus escenarios y con rigurosa obediencia a su cronología, pero a la vez adquiere dimensiones de arquetipo debido a la manera esencialmente poética con que es contemplada.
Una atinada decisión del autor ha sido, en este respecto, desechar el empleo de una voz narrativa, central y subordinante, que pudiera teñir el desarrollo de los acontecimientos de acuerdo a su perspectiva personal o a su subjetividad. En su lugar, ha utilizado un discurso polifónico donde alternan una voz documental y otra profética con las voces de quienes participaron en el fatal ejercicio militar. Pero ya sea que estas pertenezcan a los sobrevivientes o a quienes perdieron la vida, su tono las revela como voces que frente al silencioso tribunal de los lectores, más que relatar, declaran, testimonian o pretenden convencer sobre la existencia de fuerzas sobrenaturales que dominan los actos humanos. Significativamente, el texto se inaugura con la voz del recluta apodado el Poeta, quien, a propósito de la muerte absurda de su padre, había descubierto un año antes de la tragedia que la Calva no le quitaba los ojos de encima, "una mujer... con los ojos inyectados de un rojo luminiscente y mirada furibunda", testimonio seguido por la voz profética que la descubre en el 2005 "sentada sobre la roca gris y desnuda a los pies del majestuoso volcán" contemplando "la columna fatigada e indefensa" de sus futuras víctimas. A partir, pues, de los comienzos de la historia de Antuco que, de acuerdo a la cronología del texto -imaginaria, en este caso- tiene lugar en septiembre del 2004, la presencia de la fuerza sanguinaria e invencible del destino funesto se anuncia en las pesadillas de los personajes y en las premoniciones y tenebrosos augurios de la naturaleza, hasta que finalmente toma cuerpo en la infausta decisión del Comandante del Batallón de Infantería de Montaña. La tragedia de Antuco adquiere así, valga la redundancia, la forma artística de las tragedias clásicas estudiada hace más de dos mil años por Aristóteles: un coro relata la pavorosa catástrofe a que fue conducido un grupo de víctimas inocentes como consecuencia de un fatídico error humano.
El implícito propósito justificatorio que manifiesta La dulce muerte al otorgar al episodio histórico de Antuco la forma y el sentido de una tragedia griega se hace explícito, además, en las reflexiones del Poeta durante el funeral de sus compañeros fallecidos: "No fue una muerte en cumplimiento de una orden estúpida, fue una muerte planificada, estudiada y ejecutada por ella, la parca. Ella había preparado todo desde hacía ya varios años. Ella es la única responsable..."
No hay duda que Enrique Gloffka, ex coronel de Ejército con una nutrida y rica experiencia militar que lo llevó a desempeñarse como comandante del Batallón de Chile en Haití, ha escrito con lealtad una novela en defensa de sus compañeros de armas. Y lo ha hecho con notorio dominio de la escritura literaria. La dulce muerte no debiera quedar desapercibida.