Puentes y caminos. Insignias de la ingeniería moderna que se bifurca de las funciones militares para atender las necesidades civiles. Puentes y caminos, obras públicas que irrigan el territorio de accesibilidad equitativa y eficiente, que facilitan el intercambio de mercancías y el desarrollo de las comarcas. Los caminos y “las obras de arte”, como se denominan las estructuras que salvan obstáculos, permitieron a los paisanos conocer su país más allá del terreno que labraban y construyeron el sentido moderno de los paisajes nacionales.
Lo anterior parece una gran ironía cuando observamos nuestras obras viales. Despliegues técnicos que son monumento a la eficiencia y a la economía, pero que en poco tiempo más, cuando estemos irremediablemente conscientes del valor del paisaje perdido, los veremos como vestigios de nuestra barbarie. Lamentaremos cómo nuestros antepasados ingenieros trepanaron cerros, amortajaron cauces y escupieron hormigón a destajo sobre las laderas. Fea quedó la bajada de la Pirámide; feos los túneles en Angostura de Paine; fea la ensalada de puentes sobre el Mapocho en el nuevo nudo de Kennedy. Obras eficientes, modernas, rápidas; pero ofensivamente feas.
Y no se arregla con adornos de piedra, enredaderas o fuentes de agua; infames parches sobre las heridas lacerantes del paisaje. La belleza tenía que estar en la racionalidad del diseño. Como en los puentes de Robert Maillart, que llevaban al hormigón armado a los confines de su expresividad y posibilidades técnicas. Puentes bellos “que coligan la tierra” y que Heidegger evocaba para explicar el habitar humano en el paisaje. Eran otros tiempos, cuando Le Corbusier conminaba a los arquitectos a aprender de la estética de los ingenieros. Despojarse de los ornamentos innecesarios y seguir la lógica racional de las grandes estructuras. La tríada vitruviana –Venustas, Firmitas y Utilitas– se resumía en el sensato, irrefutable y prístino arte de transmitir las fuerzas al terreno y comandó la ética y la estética arquitectónica de las vanguardias del siglo XX. Otros tiempos, cuando la ingeniería comandaba la belleza.
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Fea quedó la bajada de la Pirámide; feos los túneles en Angostura de Paine; fea la ensalada de puentes sobre el Mapocho en el nuevo nudo de Kennedy. Obras eficientes, modernas, rápidas; pero ofensivamente feas.