Era esperable que Los Quintana, la dupla de hermanos argentinos que instaló el transformismo en la escena local, crecieran tras su exitosa gira a España. "Noc, un auténtico vodevil" es el show de mayor elaboración, agilidad y elegancia visual que hayan mostrado en sus 15 años de trayectoria en nuestro medio.
Se renuevan en el momento justo, porque "Otra vuelta", el divertimento que ofrecieron a fines del año pasado, lució repetido, más de lo mismo para complacer a su público. Ahora sí que Los Quintana en justicia se pueden declarar seguidores del estilo de la legendaria troupe bonaerense Caviar. Bien por ellos.
Este -que debe ser su undécimo estreno en Chile- es la versión nacional coproducida por Centro Mori, del espectáculo madrileño con elenco hispano que dirigió Daniel Quintana, por estos días en su tercera temporada. El nombre en varias lenguas centroeuropeas (checo, polaco, croata) significa "noche" y, como lo dice el subtítulo, es un "vodevil". Pero no atendiendo a la acepción francesa del término -una acelerada comedia de enredos con canciones, género ya extinto-, sino a la americana, próxima al "music hall" y el "varieté", que también se siguen cultivando con la nostalgia por los tiempos pasados. Esto es, una secuencia de números de canto y baile alternados con sketches teatrales, pantomimas humorísticas, rutinas de magia y hasta destrezas circenses.
Parecía que Los Quintana iban a derivar a un registro más teatral. "Noc", al menos por ahora, pone el acento en lo musical. Desde que abre con un tema de Nino Rota compuesto para Fellini, queda claro que habrá guiños al espectador más culto. Por primera vez en un montaje suyo se habla y canta en vivo. De ello se encarga la maestra de ceremonias de Daniela Lhorente que presenta, guía y sirve de eje. Aprovechando su experiencia en teatro musical, ella lo hace bien. Pero aunque el texto que dice cumple su función, este podría ser mejor, en tanto su repertorio merece algunos ajustes y recortes.
En los ágiles 75 minutos que dura, el show despliega una atmósfera sostenida de artificiosa ilusión. A ratos sorprende, resulta misterioso o extravagante, o muy reidero. Con un doble juego: además de los números mismos, suele mostrar las relaciones tras bambalinas entre los ocho ejecutantes, incluyendo al pianista que toca en escena y también es un personaje. Hay una bonita rutina acrobática, y un solo gag de contenido sexual que rompe el tono "blanco" y de cuidado buen gusto. Aquí Los Quintana no son la columna vertebral, sino uno de los varios recursos en escena; sus intervenciones siguen teniendo rasgos grotescos, pero ya no necesitan ser tan gruesos para hacer reír, otra ganancia. Como en la hilarante parodia a Olga Guillot; sin duda, el punto más alto de la velada.
Mori Parque Arauco. Jueves a las 21:00 horas ($10.000), viernes y sábado a las 22:45 horas ($15.000).