En una década, esta es la segunda puesta de "Hombre con pie sobre la espalda de un niño", quizás el texto más bello, poderoso y sugerente hasta ahora de Juan Claudio Burgos, el talento más inusual y rupturista de la última hornada de dramaturgos chilenos (hoy de 49 años). La "descubrió" y estrenó la IX Muestra Nacional de Dramaturgia en 2005, que hizo del autor el único seleccionado 7 veces en ese certamen.
Vale decir, no hay otra firma de mayor peso que dicha muestra haya consagrado. Sin embargo, por ser una escritura de poesía dramática, de corte tan radical como contemporáneo, sus obras son muy difíciles de representar y degustables por una minoría de iniciados.
Con un lenguaje de gran riqueza lírica, propone el caudaloso monólogo de un niño frágil, pero no inocente, que nos participa del martirio al que se consagra obsesivamente, aceptando ser sometido, torturado y vejado por una multitud de hombres brutales. Es un delirio místico-sexual con algo de perverso y de denuncia, en el que se cruzan signos religiosos, fantasías masoquistas y la idea de una nación pisoteada por la bota militar. El protagonista (el autor sugiere que lo encarne una actriz) se erige en símbolo vivo y sufriente de todos los abusos y violencias ejercidas contra los seres vulnerables e indefensos.
Se resuelve aquí como una suerte de performance íntima por un único ejecutante; rechaza la posibilidad de otras presencias que también sugiere Burgos y que sí estuvieron en la estupenda versión de 2005. Recurriendo a medios propios del butoh, el actor y bailarín Francisco Paco López -con un breve taparrabos y cubierto de polvo blanco- evoluciona en una tarima rodeada de arena y tableros de madera, a la manera de una instalación visual. Las luces y música buscan apoyar el clima inquietante.
Uno entiende el sincero propósito de la directora Amala Saint Pierre, que aborda este cometido de enorme exigencia teniendo solo una experiencia previa en dirección y en un registro diverso. Ella quiere ligar la potente imagen del texto con salvajes crímenes discriminatorios recientes como el de Daniel Zamudio; aquí los atropellos en dictadura quedan relegados a un plano secundario. Pero aunque ningún factor luce francamente inadecuado, las partes no cuajan y el conjunto permanece distante del espectador, sin llegar a expresar el horror ante lo ominoso e innombrable que debiera provocar (sobre todo por el componente butoh).
Matucana 100.
Jueves a sábado a las 20:30 y domingo a las 19:30 horas, hasta el 8 de noviembre.
Entrada: $5.000.