Una inteligente doctora chilena inventó el término "rana" para expresar un sentimiento donde se mezclan la rabia y la pena.
Todos hemos vivido esa sensación de estar muerta de rabia y ponernos a llorar. Las mujeres más que los hombres, porque tenemos más lágrimas y más permiso para llorar. Pero es un sentimiento universal.
Por un lado, en nuestra cultura la rabia está censurada, sobre todo para las mujeres. Nosotros cuando nos enrabiamos tendemos a hacer pataletas, a alegar o a desaparecer. No podemos agarrarnos a combos como han hecho los hombres en muchas culturas. Entonces, entre el miedo inconsciente a matar o a matarnos, es más seguro llorar. Pero también porque muchas de las rabias están asociadas a maltrato, engaño, pérdida, dolor, decepción.
Si tuvimos un problema laboral, donde nos sentimos injustamente tratados, la rabia surge como un chorro incontrolable que puede llevarnos a ser inadecuados, a perder prestigio y hasta a perder la pega. Entonces la rabia se mezcla con el miedo y con la impotencia y con el desamparo, y nos caen lágrimas o lloramos.
Si nuestra pareja nos engañó, nos mintió, y nos humilló, nos da mucha, mucha rabia, que termina generalmente en el llanto provocado por el miedo a perder a esa pareja. Se suma la rabia a la soledad y la decepción y lloramos.
Si una gran amiga nos falló en un momento importante de la vida, aparece la rabia frente a un abandono inesperado y luego la pérdida de la certeza de ese cariño nos entristece y lloramos.
Si nosotros nos fallamos a nosotros mismos, si rompemos nuestra identidad en algún acto impulsivo, o aparece un demonio que nos domina y nos controla, nos enojamos con nosotras mismas, y la rabia se mezcla con la vergüenza y la sorpresa y entonces también con el miedo a poder ser de maneras inimaginadas y tal vez lloremos, por la inocencia perdida, por no haber integrado esos demonios a nosotros mismos y haber aprendido a dominarlos. De nuevo, rabia y pena.
Es obvio que los sentimientos rara vez son puros. Pero ninguno se mezcla mejor que la rabia y la pena.
Propongo agregar a nuestro vocabulario la rana. Nos ahorramos las contradicciones y las explicaciones y le damos permiso para ocupar un espacio en nuestro corazón.