La señal pública, cuarta en preferencia de la audiencia en este 2015, lanzó esta semana un renovado "24 horas central". Difícilmente un espacio que se ubica al final de la parrilla programática puede en solo una semana revertir los resultados del esquivo rating de la estatal. Con dificultad, apenas consigue exhibir cuáles son sus nuevas herramientas para competir y, con buena fortuna, podría llegar a permear el resto de la pantalla de Televisión Nacional.
Los noticiarios centrales no son solo el principal segmento informativo de un canal de televisión. En ellos, en la selección de historias que hacen, en el modo en que tratan las noticias, se destila el ADN de un canal. Son una muestra de identidad.
Lo que le pasaba a "24 horas" era parecido a lo que le sucedía a la estación que alguna vez tuvo el matinal que convocaba a todo un país y las teleseries locales que reflejaban su sociedad. El cambio social se les vino encima, lo mismo que el de la industria de la televisión. "24 horas" se había ido quedando atrás, estaba rezagado en estructura informativa y anquilosado en apariencia.
El nuevo noticiero central busca ponerse al día desde lo formal. Cambia su set, se suma a la irrenunciable necesidad de comunicar gráficamente de la era digital y renueva a la pareja de conducción cambiando al rostro masculino y obligándola a pararse para conducir un viaje informativo a lo largo de una imponente video-wall .
Matías del Río y Mónica Pérez debutaron en este nuevo ambiente marcando su entrega con el sentido de urgencia. Con frases enfáticas, aliento entrecortado y tono interpelante y demandante, respectivamente, se dirigieron a los entrevistados y al espectador. En él se nota una exploración casi instructiva de la información y en ella aún falta aclarar un sentido más profundo de esa vehemencia que recuerda sus días en terreno, a la vez que la aleja de la calidez que mostraba en sus años de matinal.
Los cambios explícitos son evidentes, por definición. Pero no siempre son eficientes, más aún cuando se trata de aterrizar algo tan inmanejable como la licencia para innovar. El gran acierto de esta primera semana fue el relato del "Confortgate", realizado como una animación, con rollos de papel higiénico y toalla absorbente vivientes o intervenidos con ilustración. El gran error fue poner al aire una sección deportiva, llamada "Gol de camarín", donde se invitó a celebridades a planificar encuentros de fútbol sin que realmente supieran quiénes son los jugadores y sus posiciones en cada club.
"24 horas" en su edición central aún debe avanzar en la definición de su apuesta editorial. Está claro que nuevas herramientas para el traspaso informativo hay, pero falta demostrar cuál es el tipo de noticias que invitan a sintonizar. Si la Presidenta será protagonista sine qua non de una breve -o brevísima- nota diaria, sería bueno que esa aparición tuviera el soporte editorial que un canal público bien puede justificar. Si las notas de apertura las entendemos como las más importantes de la jornada, su duración no debiera pasar de 10 a 3 minutos de un día a otro, como si no se hubiera dado espacio a la definición. Los bloques informativos que organizan no solo la entrega, sino también el visionado todavía no se logran identificar.
TVN aún tiene ventajas comparativas. Y estas se acrecientan pese -o gracias- a su cuarto lugar. El mismo noticiero central que en época de liderazgo perdía casi la mitad de los puntos de rating que le heredaban exitosas teleseries, en esta etapa que le toca dirigir al periodista Alberto Luengo logra construir audiencia incluso llegando a doblar. El problema es que esa gente que se suma al canal público, que todavía sintoniza con TVN, con su cobertura nacional capaz de denunciar la irregular entrega de terrenos fiscales en Concepción o de peinar nuevamente el desierto con la madre del desaparecido Kurt Martinson, no pasa de los dos dígitos en su rating final.
Renovar un noticiero central en este escenario podría ser visto como suicida o heroico. Los llamados a decir si valió la pena el esfuerzo de puesta al día serán los restantes espacios y responsables de su programación. Cuán compartida es la urgencia es la interrogante que queda al final.