Testimonios de cómo otorgar significación nueva a la abstracción nos ofrecen los expositores actuales de Galería Patricia Ready. Y, entre sí, de maneras muy diferentes. Primero tenemos lo que la creatividad de Cristián Abelli resulta capaz de conseguir: imágenes frescas, unidad de formas abstractas generadas a partir de sus vertientes originales y hasta introducción de soplos venidos desde el pop art. Es que, aludiendo a la historia del arte durante las efervescentes décadas iniciales del siglo pasado, el autor hace suyas la geometría rigurosa en diálogo con las irregularidades de la mancha y sus texturas fracturadas. Es decir, amalgama frialdad matemática y calidez sensual.
Nos entrega Abelli óleos en formato grande, mediano y pequeño. En todos recurre a un cromatismo bastante personal. En especial, los de dimensiones menores dejan ver una factura delicada y concentrada en sí misma. Si quisiéramos destacar uno de ellos, el hermoso "Waiting" posee una sugerente coloración oscura y hace recordar lo viejos collages. Asimismo, se lucen cuatro impresiones digitales, en buena medida se emparentan con los afiches -sobre todo resulta bonita "Maquinaria"-, mientras la faceta fotográfica del artista nos aporta 30 láminas en blanco y negro. De 2015, al igual que el resto de lo exhibido, constituyen estas abstracciones una realidad flaneur, pero se vinculan de un modo u otro con las pinturas. Las fotografías más atractivas podrían asociarse, acaso, con las que llevan los números 3, 8, 11, 12 y 22.
En la misma galería de Vitacura, la joven Macarena Ruiz-Tagle nos asombra con una abstracción por entero distinta y asociable al op art. Así, a través de la luz y el color, expone una instalación de bastidores que sabe deslumbrar al espectador con su luminosidad deslumbrante, dentro de un desarrollo que recorre, paso a paso, el cromatismo del arco iris. Aunque otro mundo el suyo, coincide con las trece puertas de I. Navarro recién vistas. Conforma cada extensa unidad una gran mancha central de acrílico y tinta, cuya intensidad óptica emerge inesperada, envolviéndonos con su potencia luminosa. Se trata de un procedimiento bastante simple que, sin embargo, provoca un efecto extraordinario en el espectador. Parecidas cualidades tiene, asimismo, la escultura de Ruiz-Tagle colocada aquí al aire libre. Especie de amplia y sencilla fuente circular de superficie plana, opera por la pintura tornasol sobre metal pulido que va variando, insistente, de acuerdo al punto de vista de quien mira. Con algo de mega joya, oscila desde los cálidos intensos hasta un verde más apagado.
En dos galerías del centro
Fotografías casi siempre frontales, en blanco y negro, del período 1988-1991 y no mostradas, exhibe Paz Errázuriz en Galería D21. Corresponden a una serie de 18, desarrolladas en interiores y protagonizada por deportistas del espectáculo. Nuevamente se trata de un naturalismo de marcado claroscuro que privilegia el feísmo. Son los luchadores, los llamados otrora titanes del ring, cuyo entorno profesional, cuyas vestimentas parecen imitar, empobrecidos hasta lo miserable, los fastos de este tipo en el mundo desarrollado. También pobre luce la apariencia física de tales personajes. Los hay bien entrados en carne y de edad bastante madura; en cambio se ven esmirriados los escasos muchachos concurrentes. Pero la fotógrafa penetra más que eso: nos transmite su idiosincrasia peculiar. Todos ellos, a quienes no les importa la simulación de luchas con golpes brutales aparentes, no vacilan en esconder su identidad detrás de máscaras vulgares. Desde luego, la ironía impregna este rescate de sicología humana. Anotemos, por ejemplo, la ingenua vanidad de lucir el supuesto cuerpo perfecto, traducida en el ensanchamiento del pecho y de los brazos en jarra. Al contrario, no deja de impresionar en algunos momentos la tierna integración de la propia familia durante el entrenamiento, los ratos de camaradería o esa cómica salida del baño.
Porcelana blanca, miniaturas y fragmentación tienden a caracterizar las obras, a un mismo tiempo colectivas e individuales, de Loreto Buttazzoni, Mariana Tocornal y Francisca Valdivieso en Sala Gasco. La comunidad de operación perjudica, sin duda, a la segunda de ellas. Su imaginativa y bien definida personalidad desaparece a través de las obras en conjunto. Basta contemplar la escena exclusivamente suya, de rasgos surrealistas y narrativa sugerencia; por supuesto habríamos deseado ver acá más trabajos de esta clase. A la inversa, en el segundo recinto de Gasco, Valdivieso sale ganando dentro del grupo de instalaciones personales. Su fila horizontal de personajes infantiles, con máscaras coloreadas de cómics, se integra bien con las ramas de árbol y los tarros vacíos de pintura industrial. Buttazzoni, entretanto, entrega una lluvia de pequeños paños fragmentados.
Noctilux
Personales pinturas, impresiones intervenidas y fotografías de Cristián Abelli
Entre atmósferas
El color y la luz como fundamento esencial en Macarena Ruiz-Tagle
Lugar: Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 27 de noviembre
Luchadores
Serie fotográfica nunca antes exhibida de Paz Errázuriz
Lugar: Galería D21
Fecha: hasta el 26 de noviembre
Mano de obra
Miniaturas en porcelana, tanto como trabajo individual y colectivo,
de M. Tocornal, F. Valdivieso y L. Buttazzoni
Lugar: Galería Gasco
Fecha: hasta el 27 de noviembre