"Cavalleria rusticana" (1890), de Pietro Mascagni, es un drama rústico intenso y breve, de gran fuerza dramática. La régie de Fabio Sparvoli funcionó mejor en el Municipal que en el Teatro de Carabineros, donde debutó en 2010 después del terremoto del 27 de febrero. La profundidad del escenario es otra, de modo que el muro de piedra del fondo (escenografía de Giorgio Ricchelli), si bien demasiado presente, no se vuelve tan opresivo. La dirección escénica tuvo puntos de interés, como el inicio, con la reproducción del conflicto central en una disputa infantil, aunque los niños en escena no fueran lo suficientemente expresivos. Sparvoli se preocupó del trabajo de actores y logró una interesante propuesta para la relación Mamma Lucia-Santuzza. El traslado de la acción a los años 40 del siglo XX se soporta bien, pero no añade mucho, salvo que en la aldea siciliana hay milicias extranjeras y que Turiddu muere de un balazo y no en un duelo con cuchillos. La entrada de Alfio haciendo alusión al trote del caballo y al sonido de sus cascabeles queda un tanto fuera de tiesto en tal concepción. Esta vez hubo grito para "Hanno ammazzato compare Turiddu"; en la versión de 2010 la joven a cargo lo habló, sin producir el efecto esperado.
La soprano Cellia Costea, atractiva y dúctil actriz, tiene un material vocal interesante y poderoso aunque desigual, pero puso toda su energía en el compromiso expresivo de su parte, dibujando una Santuzza desgarrada, controvertida consigo misma. Si bien su "Inneggiamo, il Signor non è morto" mostró sus límites, estuvo notable en "Voi lo sapete, o mamma" y en los dúos con Turiddu y Alfio. Al parecer enfermo, Khachatur Badalyan (Turiddu) fue de más a menos; convenció en el inicial "O Lola c'hai di latti la cammisa", pero luego su voz se tornó progresivamente engolada e inconsistente. Bien el Alfio del barítono Roman Burdenko (el mismo de la puesta de 2010), con excelente proyección y facilidad de emisión en todo el registro. Hay una buena voz chilena que seguir y cuidar en la mezzo Gloria Rojas, coqueta y desfachatada Lola, mientras que Claudia Leppe confirmó su capacidad dramática en el retrato que hace de Mamma Lucia.
"I Pagliacci" (1892), de Ruggero Leoncavallo, tuvo mejores resultados en términos escénicos. La régie , también de Sparvoli, de fuerte impronta teatral, fluyó naturalmente e incorporó vistosos números acrobáticos circenses. La tragedia de Calabria se trasladó a los años 50, a juzgar por el tipo de viviendas sociales donde ocurre la acción y por el cartelone ubicado al lado derecho del escenario de la película "Nessuno ha tradito", melodrama italiano de 1952 dirigido por Roberto Bianchi. Roman Burdenko lució su fiato en el famoso "Prologo". Mejor en el canto que como actriz, Paulina González cumplió adecuadamente como Nedda. Gustavo Porta tiene una voz de seguros agudos y centro ancho, y compone un Canio tradicional y efectivo. Burdenko estuvo sólido como el insufrible Tonio. Excelente en voz, prestancia y compromiso escénico el barítono Alexey Lavrov (Silvio), lo mismo que el tenor Mikeldi Atxalandabaso, divertido Beppe.
En ambos títulos se contó con vestuario de Germán Droghetti, siempre en consonancia con el marco escénico, y con la iluminación de Ramón López, quien sabe cómo teñir la atmósfera con la pátina de las pasiones.
El Coro del Teatro Municipal (director Jorge Klastornick) desplegó en ambas óperas su sonido, competencia y energía escénica, sobreponiéndose, en "Cavalleria", a más de algún algún desorden en la cuadratura proveniente del foso. Aunque impreciso y desordenado en Mascagni, Konstantin Chudovsky mejoró en Leoncavallo, logrando traspasar la carga emotiva que hace vivir estas óperas.