Ojalá el tema de Colo Colo fuera solo Humberto Suazo y su "incumplimiento grave" o su "falta de respeto". El problema del despedido delantero es apenas uno más de un equipo que de gran candidato a ganar el campeonato se ha ido desmoronando a partir de una serie de episodios en los que la indisciplina y el descontrol superaron un funcionamiento futbolístico que sin ser superlativo, lo tenían con un rendimiento perfecto.
El caso de Suazo es posiblemente el más agudo, quizás el que también explica de mejor manera lo que sucede dentro de un plantel que se acostumbró con el anterior técnico a un trato deferente, amistoso, cercano, peligrosamente horizontal. Héctor Tapia fundó las bases de su relación profesional con los jugadores, sobre todo con los históricos o referentes, a partir de una defensa corporativa que inhibió cualquier opción de crítica técnica o conductual.
La esfera de protección que construyó Tapia durante su paso por el primer equipo tuvo un correlato de lealtad de parte de los futbolistas que hasta hoy se percibe cada vez que alguno de ellos se refiere a él. Paradigmáticamente, ese mismo discurso refleja con claridad las diferencias existentes con el estilo de José Luis Sierra, una suerte de allegado al club que nunca se transformó en un símbolo del Cacique, pese a haberlo representado exitosamente, y que desde la banca marca con sus dirigidos otras distancias que su antecesor, porque su origen y madurez tienen otra naturaleza y desarrollo.
Se equivoca quien quiera creer que los incidentes de Esteban Pavez ante Universidad Católica y de Gonzalo Fierro con San Marcos de Arica no están conectados con la actitud beligerante de Suazo. Evidentemente es insensato afirmar que estén concertadas; sin embargo, las evitables expulsiones, de insospechadas consecuencias en esta recta final, componen un estado de situación que va más allá de las revolucionadas pulsaciones de un partido intenso. Y si bien Sierra más de algo tiene que ver con que la inconducta de sus jugadores aparezca justo cuando las condiciones ambientales son más exigentes, el DT ha dejado en evidencia con sus declaraciones que su compromiso tampoco buscará justificar los errores o las salidas de madre de camarín, lo que representa un giro radical no necesariamente asimilado por sus dirigidos.
El despido de Suazo tiene en el plano laboral una lectura inmediata: es inaceptable contravenir groseramente al superior jerárquico, aunque se trate del jugador más caro del plantel. Pero también deja una sensación de que en el castigo directivo hay una consideración a una campaña deportiva insatisfactoria y a una proyección que no abría ningún espacio al optimismo. Está por verse de aquí a fin de temporada que la medida terminal se replique con otros que tampoco se enmarquen en los lineamientos de este golpeado Colo Colo.