Hacia 1975, la avenida Providencia se había establecido como un nuevo centro de actividad comercial gracias a la apertura de una vía paralela surgida del trazado del flamante Metro -construido a tajo abierto- con una red de pasajes, patios y galerías, edificios de oficinas y una atmósfera menos opresiva que la del centro de Santiago en esos sórdidos años de dictadura. Por su parte, para estimular la inversión, el municipio de Santiago convirtió algunas calles en paseos peatonales y eliminó las restricciones que hasta entonces se aplicaban en la zona. En 1980, se levantó por primera vez un edificio cuya altura sobrepasaba la cumbre del cerro Santa Lucía en su entorno inmediato, y numerosas torres de muro-cortina de cristal aparecerían a continuación. El mismo 1980 se demolió el bellísimo Bazar Krauss, pieza fundamental de la Plaza de Armas, junto a la Catedral de Santiago. Ante el horror del público, en su lugar se erigiría una "moderna" torre de cristal que superaría en altura las torres de la Catedral. No debe sorprender, entonces, que la Bienal de Arquitectura haya surgido en 1977, organizada por el Colegio de Arquitectos de Chile como instancia de reflexión sobre los cambios vertiginosos que se producían en un momento en que el debate público era prácticamente imposible.
Estas obras, al menos cuestionables en el contexto de una ciudad hasta entonces planificada, abrieron el camino a la liberalización del paisaje urbano, comenzando por el centro financiero y culminando con la normativa promovida en los 90 por la Corporación de Desarrollo de Santiago, que permitió torres de vivienda en zonas deprimidas, pero de valor patrimonial, como los entornos de las plazas Brasil y Yungay. Esos barrios están hoy protegidos, pero en muchas ciudades chilenas se vive aún un proceso de densificación frenética gracias a instrumentos que favorecen la construcción de torres sin el menor juicio sobre su impacto urbano.
Un caso notorio es el de los terrenos de la antigua fábrica de cerveza CCU, donde hoy se levanta el sector conocido como "Sanhattan". El enorme predio debió planificarse como un nuevo suelo urbano continuo, con espacio público y vialidad adecuados a la densidad que se proyectaba sobre él. En cambio, se subdividió en lotes aislados para construir torres inconexas entre sí. Las consecuencias de ese absurdo sirvieron de lección para el diseño de un centro levantado en los últimos años al sur del Parque Araucano: Nueva Las Condes. Aquí, felizmente, se ha logrado un tramo de ciudad moderno y coherente, donde numerosos edificios comparten un suelo público bellamente diseñado. Se advierte, por fin, una mirada crítica y comprometida con la calidad del espacio público, ausente por décadas y coincidente con actuales reivindicaciones ciudadanas respecto del bienestar colectivo en todas sus dimensiones, incluida la urbana.
Aquí, felizmente, se ha logrado un tramo de ciudad moderno y coherente, donde numerosos edificios comparten un suelo público común y bellamente diseñado.